jueves, septiembre 27, 2012

25S Dos docenas de errores más uno (I)

Han pasado apenas dos días desde el 25 de septiembre, una de esas fechas que se pretende apocopar en el rito ya secular de esta centuria de crear acrónimos de un dia para dar a esa fecha relevancia, en un intento de darlas importancia. Quizás una importancia que no se han ganado.
Sea como sea, como todo va a velocidades siderales en esta civilización occidental atlántica, parece que ya estamos lo suficientemente alejados de ella en el tiempo, que no en el espacio, como para analizarla, como para desmembrarla, como para reducirla a sus elementos esenciales
Mi abuela solía decir que las cosas suelen tener seis de una cosa y media docena de la otra, pero en este caso bien podría decirse que los elementos esenciales de esta fecha fallida y fallada están compuestos por la misma docena escenifiacada de un forma diferente en cada autor de este drama.
Es curioso que dos conceptos que en principio parecen tan distintos y distantes puedan cometer al únisono, en la misma ocasión y por identico motivo la misma docena de errores.
Yo, que soy más de reconocer antes los errores más cercanos y en parte propios que los de los demás porque me resulta más sencillo solucionarlos, antes de enmendar la plana al prójimo, enpezaré por los de los convocantes

1.Los convocantes se dedicaron a manipular desde que hicieron pública su convocatoria. Fingieron, para sumar adeptos, que eran quienes no eran, que compartían convocatoria con quién no la compartían. La plataforma ocultó el hecho de que estaba  apoyada -y se negó a rechazar- por los elementos más extremos de ambos lados del arco ideológico, que recibía el apoyo explícito de organizaciones de extrema derecha que llevan años -muchos más que los de la crisis- cantando las excelencias del totalitarismo fascista, que estaba tirando de organizaciones del radicalismo extremo de la izquierda, que desde hace lustros pretenden cantar las alabanzas de la violencia como forma de eliminación del Estado.
2.La Plataforma de la convocatoria confundió los mundos y las realidades. 
Confundió Internet con el mundo real en ese absurdo remedo moderno de magia medieval que lleva a pensar a las nuevas generaciones que pueden traspasar el umbral entre los mundos virtual y real con sólo un clic de ratón. Dio la convocatoria por un éxito basándose en los dedos alzados de sus redes sociales sin preocuparse en ningún momento del grado de compromiso de esos me gusta y de quien estaba de tras de ellos.
3.Llamaban a la desobediencia civil -un recurso tan válido de protesta como otro- pero olvidaron que la desobediencia civil es el más complicado de los recursos de protesta porque es el que más riesgo personal implica.
La desobediencia civil no puede convocarse, se basa en el ejemplo y la difusión, es un método lento que consigue lo que consigue por desgaste, no por explosión como se pretendía con esta manifestación.
La desobediencia civil no es una manifestación no autorizada convocada por las redes sociales. No es posible en el mundo virtual, solamente es posible en el mundo real. 
Se trata de que un individuo se sienta en la plaza del parlamento Islandés con un cartel de protesta. No se lo dice a nadie, no busca en las redes, pero diez días después media población de Reikiavik se sienta junto a él negándose a abandonar el sitio hasta que el parlamento islandés haga lo mismo que ese individuo le pedía. Y ese tipo se ha arriesgado, ha desobedecido y sigue desobedeciendo las órdenes de las fuerzas del orden. Eso solamente pasa si alguien se arriesga, no si se convoca por Internet para que no haya riesgo personal y se transforme la multitud en un elemento de cobertura y seguridad.
4.Y, por supuesto, se confunden en los tiempos.
 Olvidan que la desobediencia civil parte de -y son ejemplos- la negativa a pagar impuestos, la negativa a secundar medidas que se consideran injustas, el rechazo pese a las consecuencias personales a la participación en acciones gubernamentales que se estiman como ilegales, inconstitucionales o injustas. Se fundamenta en un goteo. La manifestación multitudinaria es la expresión final de esa desobediencia, no su estallido inicial. Confunden los largos tiempos del cambio con los explosivos y reducidos tiempos de la revolución
5.La semántica les ha desbordado, les ha delatado. 
Puede que nadie se preocupe ya de esas cosas pero el inconsciente colectivo sigue estando ahí y sigue actuando sin nuestro control. Copiar los lemas es un vicio clásico de este país nuestro. Y en este caso se ha hecho sin pensar. Occupy Wall Street no es ni puede ser lo mismo que Ocupemos el Congreso.
Primero porque el verbo ocupar no tiene las mismas concomitancias en Estados Unidos, un país que nunca ha experimentado una ocupación armada, y segundo porque Wall Street es una calle, no un edificio donde reside por delegación una parte de la soberanía nacional. A nadie se le hubiera ocurrido ejercer una acción llamada Occupy de Congress.
Nosotros, la sociedad, no tenemos que ocupar El Congreso, el Congreso es nuestro. Si algo tenemos que hacer es hacerlo funcionar, impelerle a que trabaje en lo que nos interesa como ciudadanos. Tejero ocupó el Congreso para imponer un cambio porque no le gustaba como se hacían las cosas ¿eso es lo que queremos hacer nosotros?
Y la propiedad del congreso nos da derecho a arrojar de él a los inquilinos, incluso a todos los inquilinos, pero no en cualquier momento ni de cualquier manera.
6.La falta o el cambio de objetivo de la acción ha sido otro de los elementos que han contribuido a hacer de ella un bote de gas lacrimógeno tan urticante y baldío como el que usaran antaño los elementos policiales antidisturbios. 
Porque se pedía lo imposible, lo impracticable. De nuevo el ejemplo Islandés. ¿Qué solicitaban los allí congregados? Un referéndum sobre el rescate bancario. Un acto democrático perfectamente asumible, si había voluntad, por su gobierno.
Esa era la reclamación originaria de este acto pero de repente se transformó en la solicitud -con octavillas hechas a toda prisa- del inicio de un proceso constituyente. Un objetivo que no se puede aceptar si no es producto de una voluntad general de la población. No se pedía siquiera un referéndum para iniciar ese proceso. Se exigía el inicio inmediato sin que la sociedad española se hubiera manifestado en ese sentido en ocasión alguna.
7.Por supuesto, el error anterior deriva en este. Nadie se paró a pensar si tenía legitimidad para exigir ese proceso de esa forma. 
Por descontado, no la tenían. Por más que manipularan a multitud de personas para que les apoyara en las calles, aunque hubieran logrado su objetivo, no tenían legitimidad para abrir ese proceso ¿que habrían hecho? ¿Subirse al atril del hemiciclo y proclamar la apertura de un proceso de sesiones constituyente? ¿Quién se habría sentado en los escaños para aprobar la nueva constitución? ¿Quién habría propuesto las nuevas leyes? 
Hasta hace tres siglos, los miembros de La Convención, esperaron a la convocatoria de Los Estados Generales para hacer surgir, emanada de ellos, la Asamblea Constituyente francesa y tener así la legitimidad para cambiar las cosas. Si se quiere actuar en política -aunque sea callejera o constituyente- hay que saber hacerlo.
8.-Y del polvo del error anterior nos llega el lodo del siguiente. Imaginemos que lo consiguen, imaginemos que de repente, se ven en el hemiciclo con la posibilidad de aprobar leyes en un proceso constituyente.
¿Qué normas aprobarían? ¿Dónde está la materia prima para la nueva constitución, para la nueva legislación? ¿Iban a empezar por proclamar la república, por forzar la abdicación del rey, por bajarles el sueldo a los políticos, por desamortizar los bienes eclesiásticos como Mendizábal? ¿Esas son las normas en las que se apoya un Estado?
No tenían nada que llevarse a la boca de su reclamado proceso constituyente, no tenían una sola ley o propuesta de ley que votar y aun así iniciaron una acción que solicitaba una conclusión a la que no podían llegar. Desoyeron a todos los que les dijeron que ese material lleva tiempo prepararlo, que un proyecto de Estado no se construye en cuatro meses. Se apartaron de ellos en un arrebato de inútil impaciencia.
9.Si de verdad quieren utilizar las redes sociales -si son incapaces de vivir sin twittear en su estado su indignación- tiene que tirar de inteligencia, no de relevancia.
La presencia y la relevancia tienen que existir en la calle, no en las redes. Una convocatoria en privado, una convocatoria sin ruido hubiera sido mucho más efectiva, desde el punto de vista estratégico -sin entrar en el fondo del asunto-. Pero buscaban otra cosa.
Buscaban preparar no a sus aliados, sino a sus enemigos. Buscaban el enfrentamiento a cualquier precio, buscan que el Gobierno reaccione de la forma absurda en la que lo ha hecho e hinche la calle de policías, buscaban una carga policial. La necesitaban. Siempre la necesitan.
Y cuando esta se produce, todos sus objetivos se diluyen.
Dejan en la estacada a los miles de personas a los que han llevado hasta esa ubicación, abandonan a su suerte a los que han creído que de verdad estaban decididos a cambiar las cosas, y se dedican a colgar los videos de la carga policial en Internet para seguir con su falsa revolución virtual. Lo único que quieren es otra batalla, otro argumento contra la policía. Lo demás es meramente una excusa para forzar el enfrentamiento.
10.Esa búsqueda del enfrentamiento a cualquier precio como símbolo de su heroica resistencia al sistema les hace de nuevo equivocarse.
El adversario -el contrincante, en todo caso- es el Gobierno, son sus normas, son sus recortes, son su política económica.
Pero para ellos solamente existe un enemigo. Las UIP. Los antidisturbios. De repente, es como si el único problema de este país radicara en las cargas policiales, en la existencia de los antidisturbios. Como si no hubieran convocado a la gente a salir a la calle contra la política social y económica del Gobierno, sino contra lo único que a ellos les parece el enemigo: la policía. Una metonimia que tiene sentido en otro tipo de regímenes, pero no en el actual en España.
 11.Y luego está la falta de referente. 
Llegan miles de personas a un emplazamiento y nadie dice nada, nadie explica porque están ahí, nadie se vuelve a ellas y les habla del referente de su protesta. Nadie las da voz o al menos habla en su nombre. Como no se ha puesto interés en quien acude, como no se sabe quién compone esa amalgama es mucho mejor no decir nada. No vaya a ser que se den cuenta de que están en el sitio equivocado porque su reclamación de un cambio no coincide con la de los convocantes y se vayan. Su desprecio por la palabra, su incapacidad para definir y definirse transforma una manifestación en una turba sin referente y sin objetivo.
 12.Y el error que completa la docena es el más sencillo de todos. 
La inconsciencia. El arte de repetir las cosas una y otra vez en espera de que tengan un resultado diferente. Su objetivo ya fracasó el día 25 de septiembre. El día 26 está de más. Ya ni siquiera se exige un proceso constituyente. Solamente se protesta contra las cargas policiales. Todo un síntoma.
Esta docena de errores han dejado la convocatoria en un brindis al sol que ha sido más perjudicial para el cambio y el arreglo de las cosas en nuestro país que beneficiosa y además ha dejado un tanto descolocados a miles de personas que asistieron a esta supuesta acción de desobediencia civil, creyendo que podía servir para lograr los cambios que demandan cuando sus convocantes ya sabían que no iba a ser así. O deberían haberlo sabido.
Pero no nos confundamos. Hay otra docena de flagrantes errores de la otra parte, del Gobierno, que son igual de absurdos y de peligrosos que los que he relatado. De hecho son los mismos errores.
Aquí no parece que nadie haya acertado.

2 comentarios:

Tu economista de cabecera dijo...

"Occupy de Congress" no, imagino que quieres decir "Occupy the Congress".

:)

devilwritter dijo...

Desventajas de pensar en español
:-)))

Lo pensado y lo escrito

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