lunes, marzo 21, 2011

Alf, Sortu y el contraindicio esperanzado

Hoy le toca el turno al contraindicio. Como diría el alienigena comegatos: curioso concepto, ¿de donde proviene?
Por seguir con la mítica escena de Alf, nos tocaría hacer del paciente padre de familia que convive con un impertinente visitante de otra galaxia y comenzar a explicar que "el contraindicio es la versión de los hechos que proporcione el acusado, cuando se le enfrente con determinados indicios suficientemente acreditados y significativos, que habrá de ser examinada cuidadosamente, toda vez que explicaciones no convincentes o contradictorias, aunque por sí solas no sean suficientes para declarar culpable a quien las profiera, sí pueden ser un dato más a tener en cuenta en la indagación racional y rigurosa de los hechos ocurridos y personas que en ellos han intervenido..."
Y en ese punto, Alf nos instará a resumir: ¡Al grano, Willie, al grano! y nosotros, como el bueno de Willie, resumiremos. ¡Del miedo, Alf, el containdicio viene del miedo!
El contraindicio, la coartada, que se dirime hoy en el Tribunal Supremo por mor de lo dicho y lo hecho por Sortu, viene del miedo de muchos a que sea cierto, a que hayan abandonado la violencia, las ganas de violencia, la justificación de la violencia y eso les deje sin su guerra.
Es producto del pánico que nos atenaza cuando caemos en la cuenta de que es posible que Sortu sea como somos todos nosotros, cuando descubrimos la posibilidad de que ese abandono no sea más que una forma de seguir siendo los mismos.
Es una consecuencia del terror primario que nos acongoja cuando descubrimos que Sortu no tiene porque ser distinta de lo que somos todos: afectos al cambio externo, continuo, cíclico y anunciado, pero incapaces, de un modo u otro, de renunciar realmente a nuestras esencias internas, por mas que las sepamos perniciosas para nosostros y para los demás.
El contraindicio que se debate en el Tribunal Supremo para ilegalizar a Sortu -que, de momento, es legal hasta que el Alto Tribunal diga lo contrario, no lo olvidemos- se asienta en el más primigenio espanto que a unos pocos les produce el saber que si los Abertzales, que son los mismos pero dicen pensar de otra manera, no mienten ellos perderán la base sobre la que se asienta en este momento su colecta cuatrienal de votos, su posibilidad de poder en Euskadi.
Hunde sus raíces en el mas profundo terror que destilan algunas gentes al ver que pueden quedarse sin venganza, sin vindicación, sin el recurso a implicar a la justicia de todos en las necesidades psicológicas del victimismo constante y continuo de unos pocos.
Se fundamenta, mucho más que en los indicios -jurídicamente nada sólidos, por cierto- de la Abogacía o de la Fiscalia del Estado, en el más absoluto pavor a que se descubra lo que somos, lo que hemos sido. A que no se nos deje escribir la historia como nosotros la hemos percibido, a que se nos obligue a recordarla como fue, no como queremos que sea, con nosotros de héroes y víctimas y otros de villanos y verdugos.
El contraindicio viene del miedo insuperable a que junto a la T4, El Hipercor de Barcelona, el profesor Tomas y Valiente, Miguel Ángel Blanco o el atentado de la Plaza de La República Dominicana esten Intxaurrondo, El asesinato de Carrero Blanco, Lasa y Zabala, El Proceso de Burgos, los Gal, las muertes de Argel, Aritz Beristain y el tribunal de Estrasburgo, Oteguí y su condena ilegal...
Se asienta en el pavor a que se nos reconozca en una foto en la que no queremos estar porque ni siquiera somos capaces de reconocer que esa instantanea debe ser hecha.
Pero, más allá de los miedos y terrores de unos pocos, de los pánicos de otros y de las aversiones de algunos, el contraindicio, Alf, viene de uno de nuestros miedos más atávicos como seres humanos, como humanos civilizados y como civilización Atlántica.
Viene del pánico a que nos cambien el paso, a vivir en la cuerda floja de la inseguridad, tener que desarrollarnos como sociedad y como individuos en un entorno en el que no existe una certeza absoluta que nos permita eludir cualquier proceso de cambio, cualquier esfuerzo de crecimiento y evolución.
Viene, Alf, del miedo a que nos obliguen a renunciar a nuestra foma de ver el mundo, a que nos quiten nuestra posición beatífica en el mundo, en España, en Euskadi, en los periódicos. Del miedo a que nos quiten nuestro cómodo agnosticismo vital y nos obliguen a creer.
No a creer en los violentos y en su cambio, en Sortu y su honestidad, en la libertad, en la democracia, en los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado, en el final del terrorismo, en el españolismo o el nacionalismo vasco, en el unitarismo o el independentismo, en el Tribunal Supremo o el tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, sino a creer en otra cosa.
Viene del miedo de que nos fuercen a creer en nosotros mismos. De que nos arrojen a una esperanza incierta y nos roben el recurso constante y continuo a una cómoda e indolente certeza desesperanzada.
Si hoy el Tribunal Supremo opta por los indicios -pírricos y retorcidos- de la Abogacía y la Fiscalia del Estado nos habrá mantenido en un entorno conocido y reconocible en el que seguiremos sabiendo quienes son los malos y los buenos, una película estadounidense en la que el villano fracasa y la buena sociedad de inocentes triunfa. Nos habrá dado tranquilidad. Nos habrá absuelto de la necesidad de cambio. Nos habrá comenzado a enterrar.
Si opta por el contraindicio de Sortu para permitirle demostrar en el juego político que lo que dicen sus líderes es verdad, nos estará cambiando el paso, nos estará arrojando a la incertidumbre de no saber qué hacer con lo que estabamos haciendo en Euskadi hasta ahora, a la zozobra de no saber qué decir sobre lo que estabamos diciendo del indepentismo abertzale.
Nos habrá empujado de bruces a la esperanza y a la responsabilidad de trabajar por mantenerla.
Y eso jode, Alf, eso jode.

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