miércoles, marzo 16, 2011

Maddie y la accusatio manifesta de los Mcaan

Hace mucho tiempo, de hecho años, que me resisto a volver a hablar de Madelaine Mcaan, esa niña que tuvo un cúmulo de ataques de mala suerte continuados que la llevaron a la desaparición -sino a la muerte- a una temprana edad en Praia da Luz en Portugal,.
Esa niña que fue protagonista de portadas y diarios, de programas de vísceras y morbo, de prensa y televisión por culpa de su mala suerte.
Porque ya es mala suerte para un niño tener unos padres tan irresponsables que te drogan para dormir y poder irse de copas. Ya es mala suerte para una niña irte a quedar sola en casa, con la puerta abierta, en cercanías de alguien que considera que tiene derecho a robarte del lecho. Ya es mala suerte, poniéndonos en ello, que esos mismos padres lleguen cuando ya has desaparecido y no un instante antes, ya es mala suerte -aunque eso es para los demás, no para la niña en cuestión- que la niña o el cuerpo no aparezcan para que puedan decir la verdad por si mismos, sin intermediarios, sin medios sensacionalistas, sin padres siempre víctimas para evitar ser responsables.
Pero hoy me siento en la necesidad de volver a hablar de ella. Puede que alimente un circo de humo que no quiero alimentar. Pero de nuevo la mala suerte se ceba con Madelaine Mcaan, de nuevo su mal karma la persigue. 
Y ahora es en forma de libro de sus padres, en forma de nuevo alegato de inocencia, de explicación aclaratoria. En este caso la mala suerte de esa niña desaparecida o muerta la persigue en forma de progenitores que están dispuestos a hacer fortuna y vivir constantemente a costa de ella, su recuerdo o su presencia.
Porque los dolientes señores Mcaan van a publicar un libro coincidiendo con el quinto aniversario de la desaparición de su hija. La mayoría de los padres hacen un funeral, los menos convocan a sus amigos y conocidos a una concentración de duelo silencioso en el lugar de la desaparición o frente el juzgado de turno al que acusan -comprensiblemente, aunque sin razón- de no haber hecho lo suficientemente para aclarar lo que le ha ocurrido a su vástago. Pero los Mcaan no. los Mcaan publican un libro.
Porque los Mcaan, culpables de irresponsabilidad y sospechosos de alguna que otra cosa más grave durante catorce meses de investigación, han hecho de la desaparición de su hija un impulso mediático, una medio financiero, una forma de vida. 
Lo hicieron cuando comunicaron su desaparición a Sky News antes que a la policía portuguesa.
Lo hicieron cuando concedieron exclusivas televisivas mientras se negaban a declarar en las comisarías británicas.
Lo hicieron cuando se sentaban en las salas de prensa de los aeropuertos, armados con el osito de peluche de su hija, y se negaban a facilitar el ordenador portátil del señor Mcaan a los investigadores de Scotland Yard.
Lo hicieron cuando, comprensiblemente enfadados porque se les acusara de un crimen -hasta los culpables pueden enfadarse de que se les acuse, y no digo que ellos lo fueran- demandaron a la policía portuguesa, pero no pidieron el despido del detective Gonçalo Amaral sino una indemnización monetaria.
Lo hicieron cuando presentaron una demanda civil -no penal- contra la editora del diario británico Daily Express, solicitando y consiguiendo 600.000 euros de indemnización y no la inhabilitación o la cárcel para aquellos que habían publicado las informaciones que resultaron erróneas o falsas.
Lo hicieron y lo llevan haciendo desde que, un instante después de la desaparición -o de la muerte- de Madeleine Mcaan, decidieron convertir todo lo sucedido en un espectáculo continuo y recurrente que les reportara beneficios y que, eventualmente, sirviera para arrojar densas nubes de humo impenetrable sobre muchas cosas.
¿Para qué publican los Mcaan este nuevo libro?, ¿para qué vuelven a levantar la cortina de bruma y sensacionalismo sobre la desaparición de su hija? Pues, y aquí viene lo bueno, "para esclarecer las circunstancias de la desaparición de su hija, de la desaparición de Madelaine".
Suena plausible. Pero resulta difícil que puedan aportar algo cuando se supone que no estaban presentes en el momento de su desaparición, cuando está demostrado que su nivel de alcohol en sangre era bastante elevado, cuando ni siquiera fueron ellos, sino un amigo que compartía copas y noche de juerga con ellos, quien descubrió que la niña no estaba.
¿Qué es, entonces, lo que quieren aclarar los Mcaan?, ¿qué es aquello que no debieron contarle en su día a la policía portuguesa ni a los agentes de Scottland Yard y que no está reflejado en los 30.000 folios que componen el expediente policial sobre este caso?
Si lo que desvelan ahora, cinco años después, es algo que no se dijo, de lo que no se habló durante la investigación policial, eso les convertiría en sospechosos de un buen puñado de delitos que van desde la falsedad en la declaración, hasta la colaboración necesaria en la comisión de un delito, pasando por la obstrucción a la justicia y la negligencia criminal, por citar e imaginar algunos posibles. 
Así que no creo que sea para eso. El humo suele airearse para ocultar cosas, no para revelarlas a la vista.
Si es para, como parece terriblemente obvio, justificar sus actitudes conocidas, sus ebriedades demostradas, sus ausencias incomprensibles, sus reacciones sospechosas, sus reticencias sorprendentes y todo lo demás, lo único que demostraran es que han encontrado una nueva manera de beneficiarse económicamente de su desgracia -bueno, de la desgracia de Madelaine, ¡que mala suerte tiene la pobre!-. Un nuevo modo de exprimir la necesidad del ser humano occidental de morbo y de explicaciones que no explican nada y solamente remueven la visceralidad. 
Solamente demostrarán que les importa más el contrato millonario que han firmado para la edición y venta de ese libro que la realidad de que se pueda lograr con él que Madelaine aparezca; que necesitan creer que Madelaine sigue viva, no por la necesidad enloquecida y compresible que demuestra todo aquel al que le desaparece alguien querido, sino por la decisión fría y extendida en el tiempo de seguir beneficiándose de ese hecho.
Si es así, cualquier cosa que digan, escriban o defiendan en esas más de 480 páginas solamente responderá a las necesidades de su cuenta corriente. 
A eso y al viejo principio de la Baja Edad Media de la Excusatio non petita, accusatio manifesta. Cualquier cosa que puedan revelar los Mcaan sobre la desaparición de la poco afortunada Madelaine solamente será una excusa no reclamada, tan sólo será una acusación expuesta por si mismos ante los demás
A lo mejor me equivoco y la madre de Madelaine escribe el libro en primera persona porque por fin, superado el victimismo y el humo que la ocultaba del mundo y de la realidad, ha descubierto que ella y su marido son, en su negligencia y su irresponsabilidad, los autores materiales de la desaparición de su hija, quizás no los únicos, pero si unos de los principales. Pero me temo que no. 
Sería demasiada suerte para alguien que está desaparecida, esclavizada o muerta por su mala suerte. Sería demasiada suerte para Madelaine.

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