martes, marzo 15, 2011

Matizaciones cinematográficas a mí mismo

Hablando de cine, de subvenciones, de politica y de arte con gente que sabe de esto y que piensa en esto, me enfrasqué, como es habitual en mi, en una encendida disquisición sobre la materia. Mi mente tiene la insana constumbre de seguir pensando las cosas de forma reiterada, aunque no obsesiva, hasta que consigue organizarse a si misma, matizarse en sus pensamientos y centrarse en sus conclusiones. No lo hace de forma perseverante, lo hace de manera casi inconsciente.
Hoy por cariño, respeto y voluntad siento la necesidad de escribir esas matizaciones. Esos matices que el whisky, la vehemencia y lo avanzado de la hora -o lo temprano, depende desde que fecha se mire el reloj- me impidieron hacer en su momento.
Hablamos de subvenciones y hablamos de arte. Pero sobre todo hablamos de cultura. Y, por encima de todo de cine.
Y ¿qué es para mi la cultura? Para mi son las expresiones de un pueblo, de una sociedad. El arte y sus formas de expresión es solamente una de ellas. Pero no cabe duda  que el arte es una de esas manifestaciones culturales, como lo es el deporte, como lo son las fiestas, como lo es el idioma y su forma de utilizarlo.
Y ¿el cine es arte? Puede serlo o no, pero esa es una disquisición que se deja a la historia y a la crítica. Digamos que sí para empezar. 
Y ¿lo audiovisual es arte? Definitivamente no. ¿Es cultura?, definitivamente sí.
Lo audiovisual es una forma de expresión que esta sociedad ha elegido para muchas cosas -el arte, la información, el ocio- Como forma de expresión, como lenguaje forma parte de nuestra cultura, pero no es necesariamente artístico.
La siguiente pregunta de todo este embrollo es ¿debe un estado fomentar y proteger la cultura y las expresiones culturales? Para mi la respuesta es sí, sin lugar a dudas. Debe hacer las dos cosas.
Debe fomentar y proteger, lo repito y me lo repito, fomentar y proteger.
Lo debe hacer educativamente, es decir, promoviendo la educación en el disfrute, el aprovechamiento y el ejercicio de esas actividades culturales. Por tanto, siguiendo con esto del cine y lo audiovisual, debería fomentar el conocimiento del cine -con cursos, incluso con materias optativas o con temarios obligatorios- e incluso potenciando el afloramiento de las capacidades de aquellos que las tengan, como se hace con la pintura, la escultura, la literatura....
Y lo mismo con lo audiovisual como lenguaje, como forma de expresión vinculada a nuestra cultura, tanto en los conceptos -narrativa audiovisual, etc- como en las herramientas -programas informáticos, uso de equipos, etc. Como se hace con la práctica y las instalciones deportivas, como se hace con la asignatura de educación física, de múscia, de plástica..
Eso para fomentar
Y debe facilitar el acceso de la población en general a los bienes y herramientas culturales. Eso está fuera de toda duda. Quizás subvencionando -sí, subvencionando, nunca he sido neoliberal no me sala urticaria cuando aparece la palabra subvención- el precio de los productos finales artíticos -como ya hace pobremente-, de las herramientas informáticas utilizadas hoy en día para el lenguaje audiovisual -como no hace en absoluto- o -¿Por qué no?- abriendo el acceso a la distribución a través de Internet -que también es una herramienta cultural de nuestro tiempo-.
Eso, para mi, es fomentar. Y llegamos a la primera oveja de esta discusión. La primera madre del cordero es la pregunta ¿debe ayudar a la industria del cine para lograr fomentar el bien artístico que supone la cinematografía y el lenguaje cultural que supone lo audiovisual?
Y mi respuesta es no.
La responsabilidad del Estado es de acercar la cultura creada a la población y la población a la expresión artística, no de generarla y además la práctica profesional de una actividad por muy cultural que sea no es responsabilidad del Estado.
Eso nos llevaría a que, como el deporte es un bien cultural, fuera responsabilidad del Estado sufragar total o parcialmente a los deportistas profesionales, los equipos profesionales y todos aquellos que ejercen el deporte profesional. Sé que se está haciendo de forma velada. Pero este no es el debate. También estoy en contra de eso. Para mi, esta discusión no es sobre cantidades, comparaciones -con otras actividades o con otros países- o necesidades. Para mi es un debate sobre lo que debe ser, no sobre lo que es. Nunca he sido de aquellos de "es lo que hay". Todo puede cambiarse.
Por supuesto, ese concepto general llevaría a subvencionar a todos los músicos, arquitectos, literatos, pintores, fotógrafos... sencillamente porque han decidido ganarse la vida con una actividad artística o una expresión cultural. Y a todo el entramado empresarial que conlleva cada una de esas actividades. Algo que, obviamente, no se hace y no debería hacerse.
Y además a hacerlo independientemente de su calidad, de su éxito o de cualquier otro factor subjetivo. Porque ni un gobierno, ni una persona, ni siquiera una sociedad puede definir lo que es arte y lo que es cultura. Eso solamente lo define la historia.
Pero ¿hay que ayudar a la creación artística, y por tanto a la creación cinatográfica? Por supuesto que sí ¿Hay que destinar apoyo económico al lenjuage audiovisual como uno de los lenguajes culturales de nuestro tiempo? Por supuesto que también.
Pero esa ayuda no debe ser una muleta industrial, debe repecurtir directamente en el artista y en el lenguaje. No en la industria.
Si hay que incrementar los presupuestos de los organismos públicos para la creación audiovisual pues que se incrementen. Cada ministerio, cada consejería, cada organismo podrá utilizar ese lenguaje para los mesajes que considere enviar. Hacer documentales, películas de ficción, recreaciones, animaciones en 3D. El elnjuage audivisual incluye muchos campos, no sólo el cine, no solamente la ficción. Se abre una convocatoria, se presentan proyectos, se estudian por tribunales especializados y se conceden atendiendo a su valor artístico, a la vinculación con el mensaje que se quiere enviar y a su capacidad de ajustarse al presupuesto.
Cierto es que se vincula a una línea y a la transmisión de unos valores que quiere destacar el que financia -en este caso el organismo público- pero de una forma pública, notoria, clara y admisible. Mecenazgo finalista -¿nos suenan La Capilla Sixtina, La mezquita Dorada de Jerusalén, La Ciudad Prohibida de Pekín, La Basílica de San Pedro, el tapiz del Apocalipsis? Algunas de las más grandes obras de arte se ha ncreado a través de este sistema.
Se puede usar un sistema de becas similar al del deporte -al programa ADO- y becar al creador para su primera película, para su primer producto audiovisual -como se hace en algunos casos y países con los artístas plásticos. Y superado ese primer momento, será la crítica, la sociedad y el público el que determine su continuidad o su éxito. Su valor como artista -así funciona, así ha funcionado siempre. Puede que sea injusto, pero así es-. Mecenazgo abierto, no finalista.
Claro que tambien se puede crear una rama pública de este arte -¡se acerca el terrible fantasma del comunismo, peligro inminente!- Una empresa estatal de cinematografía que haga películas, documentales, series televisivas...que emplee a profesionales técnicos y creativos y que, durante unos periodos de tiempo determinados, contrate a creadores audivisuales y cinematográficos para permitirles desarrollar su actividad. ¿Que esto es imposible? ¿Y las cuatro compañías nacionales de danza?, ¿Y las tres compañías nacionales de teatro? ¿Y las dos orquestas nacionales?, ¿Y la compañía nacional de Zarzuela?...
Eso, aparte del mantenimiento de escaparates para la difusión de este lenjuage audiovisual y de esta actividad cinematográfica como museos, festivales, filmotecas, etc...
Y todo eso revierte en el lenguaje cultural y en los artistas. Pero no en la Industria.
¿Y por qué no en la industria? Hay un porqué y un cómo. Pero empezaré por el como para poder explicar el porqué.
Se obliga a las televisiones a producir cine y a hacerlo en coproducción, porque se argumenta que se están beneficiando -a través de la sempiterna publicidad- del cine para ganar dinero. Puede parecer lógico pero genera un problema.
Una injusticia flagrante que elimina el universalismo de la medida. Por esa regla de tres debería obligarse a las televisiones a sufragar equipos de fútbol y pagar parte de sus presupuestos porque sus emisiones de mayor audiencia son las retransmisiones deportivas; deberían obligarse a las productoras cinematográficas y a las televisiones a participar en empresas editoriales porque se benefician económicamente de productos literarios cuando llevan a la pantalla adaptaciones de obras literarias -Los Mares del Sur, El capitán Alatriste, Manolito Gafotas y otras muchas; Deberían obligar a la industria cinematográfica a sufragar parcialmente la edición de comics por idéntico motivo -es una auténtica furia lo de adaptar comics a la pantalla-; debería obligarse a las televisiones a realizar producción discográfica si programan conciertos en sus parrillas de emisión; debería obligarse a la industria teatral a editar libros puesto que los musicales adaptan obras literarias con gran habitualidad; debería forzarse a los periódicos a realizar exposiciones fotográficas o ediciones de libros de fotografía porque se aprovechan y utilizan ese arte y obtienen rendimiento económico de él.
La primera pregunta es ¿por qué el cine sí y el resto de las artes no?
Yo no le veo la respuesta
La segunda pregunta es ¿Por qué no es justo ni para el cine ni para ningún otro arte?
Para mi, la respuesta es muy sencilla. Porque ya han pagado por ello. Eso son los derechos de imagen, de reproducción, de lo que se quiera.
Las empresas audiovisuales pagan a millon los derechos del deporte, cada pase de una película, los derechos de adptación literaria, el uso de las fotografías. Ya pagan por ello y tienen derecho a utilizarlo para obtener beneficios
¿Se les devuelve el dinero cuando con la proyección de una película no obtiene los rendimientos publicitarios planeados? No. Entonces no tiene sentido que se les haga pagar dos veces por el hecho de obtenerlos. Ni a las televisiones ni a ninguna otra empresa que utilice materias culturales y que se beneficie de ellas, habiendo pagado por adelantado por esos beneficios.
Y luego están las subvenciones.
Se justifican porque el cine es una actividad cultural que precisa de una industria. Y el teatro, y los videojuegos, y la literatura y el arte plástico, y la arquitectura y la música, y la fotografía y el comic.
Pero el Estado no da una subvención a cada disco que se publica, a cada libro que se edita, a cada comic que se dibuja y se entinta, a cada exposición fotográfica que se hace, a cada performance que se pone en marcha, a cada escultura o establecimiento que se levanta, a cada edificio que se construye, a cada videojuego que se desarrolla, a cada obra de teatro que se pone en escena, ¿Por qué a cada película sí -siempre que mantenga unos criterios preestablecidos, de acuerdo-?
 Todas ellas son expresión de la cultura y no reciben una ayuda directa -muchas de las otras sí, pero no subvenciones directas al producto final antes de su elaboración- ¿por qué? No tengo una respuesta que pueda englobar a todas. No todas marchan viento en popa, como la industria del videojuego, no todas facturan miles de millones o están en manos internacionales como la discográfica. No puedo percibir algo objetivo que diferencie esas manifestaciones culturales de la cinematografía.
Se dice que hay que ayudar a la industria cinematográfica porque hay 30.000 familias -120.000 individuos, siendo generosos y utilizando la media familiar del baby boom- que dependen de ella. Dos millónes y medio de familias dependen de la industria de la construcción y no ha recibido una sola ayuda cuando la mala gestión de sus empresarios la ha llevado al desastre; sesenta mil familias dependían del sector metalúrgico y 12.000 más del naval que se reconvirtieron hasta prácticamente la desaparición en España y no se mantuvo artificialmente cuando se demostró que no era rentable; 10.000 puestos de trabajo dependen de la industria tabaquera y se está acabando con ella y, por supuesto, no se la subvenciona; 700.000 familias dependen del pequeño comercio y no se les subvenciona para que puedan enfrentarse a las grandes superficies.
¿Por qué a ellos no y a la industria cinematográfica sí?
La respuesta que sale es porque esas no son industrias culturales.
Pues bueno, 20.000 familias dependían en 1999 del negocio editorial sin contar a las 4.300 librerias que hay en España y no hay subvención directa a la edición de cada libro; 45.000 puestos de trabajo directos e indirectos dependen de la industria discográfica y no sesubvencionan cada disco que se publica, 2.500 familias dependen de lai ndustria del comic y tampoco hay ayuda directa alguna, 6.700 puestos de trabajo dependen directamente de las galerías de arte y otros 16.000 de actividades relacionadas con las artes plásticas y no hay ayuda para cada obra plástica que se pone en marcha; 22.000 familias dependen del negocio de los videojuegos en nuestro país y el sector no recibe ni un céntimo para realizar o comercializar sus productos. 8.000 familias viven del teatro, 3.000 de la fotografía...
¿Ellos no tienen derecho a que se les subvencione?
Así que tiene que haber otro motivo por el que se dan subvenciones al cine y no a la literatura, a la música o al teatro.
Pero, independientemente de las causas por las que se concedan, esas subvenciones, esa forma de supuesto apoyo a la industria cinematográfica a través de forzar a otras empresas audiovisuales a sufragarla, no son buenas para la industria cinematográfica.
Si en una época de vacas realmente flacas -que aún está por llegar- el Estado no tiene dinero para las subvenciones, estás desapareceran ante gastos más necesarios -aunque sólo sea como parte de una política decorativa de austeridad- y, si llegan lás perdidas a las cadenas de televisión, solamente tendrán que dejar de programar cine en sus parrillas para poder librarse del gasto que la producción cinematográfica supone para ellas.
Y sin subvenciones ni coproducciones televisivas ¿cuantas empresas podrán resistir por su cuenta?
El cine necesita una industria para expresarse como arte, pero todo cine no es arte -y me reservo la opinión personal sobre el que lo es y el que no lo es-. Y por eso necesita una industria cinematográfica fuerte. No sustentada por los pelos, no mantenida artificialmente.
Y en la creación de ese proceso de una industria estable caerán empresas, se destruirán puestos de trabajo y volverán a crearse. Pero el cine, como arte y como empresa, como expresión cultural y como negocio, no dependera de terceros para sobrevivir.
Será libre, que es lo que debe ser todo arte. Las subvenciones y las otras medidas solamente están demorando ese proceso, solamente están evitándolo.
¿Por qué?
Porque alguien ha olvidado que hace media hora, como quien dice, no existía el cine. Porque alguien ha decidido que en cien años debe recorrer el mismo camino que la literatura, la pintura o la música han recorrido en varios milenios. Porque alguien ha obviado el hecho de que lo audiovisual puede ser el lenguaje cultural del siglo XX y lo que llevamos del XXI, pero le quedan un par de milenios - a lo mejor medio, a la velocidad a la que se mueven las cosas hoy en día- para estar al nivel de las otras expresiones culturales. Para separar el trigo de la paja, el culo de las témporas.
Porque alguién ha olvidado que un momento concreto no es la historia. Que cientos de formas de expresión atística y de actividad cultural han desaparecido simplemente porque sus sociedades decidieron que no las entendían como tales.
Alguien ha olvidado que Los Juegos Olímpicos griegos desaparecieron, que el teatro de sombras desapareció, que el Circo Romano dejó de organizarse, que los torneos medievales ya no existen, que los coros de monjes ya no cantan, que los relatos orales en torno al fuego ya no se práctican, que el arte mural ha pasado a mejor vida, que las pinturas corporales no se lucen en la inmensa mayoría del mundo, que los retablos itinerantes ya no recorren los caminos, que el teatro de coros griego ya no se representa...  y todas ellas fueron indiscutibles en su tiempo como expresiones culturales y artísticas. Alguien ha olvidado que ya no se tañe la lira. Que ya no se habla latín.
Es responsabilidad del Estado preservar toda forma artística y cultural para que quede constancia de ella, pero definir si un lenguaje cultural o si una actividad artística se transforma en un referente constante es responsabilidad de la sociedad, de sus gustos y de sus necesidades. De la sociedad y de los artistas que la practican.
Porque alguien ha decidido que, al igual que el deporte, el cine tiene que ser un motivo de orgullo nacional. Tiene que ser una bandera que demuestre nuestra cultura. Porque alguien ha olvidado que el valor del arte no depende de que se haga en un país o en otro. Porque alguien ha decidido que hay que exportar actores y directores como selecciones nacionales de cultura que ganan Mundiales y Eurocopas.
El arte y el cine son universales -humanos, por lo menos-, son una expresión colectiva de la humanidad, no importa en qué nación sean hechos. Yo estoy tan orgulloso de Shakespeare como de Cervantes, De Lecorvusier como de Gaudí, de Miguel Angel como de Goya...
Por eso, sin whisky, sin vehemencia y sin madrugadas de tertulia, estoy en contra de las ayudas artificiales a la industria cinematográfica para lograr exclusivamente que se pueda decir que ese arte ha sido hecho dentro de nuestras fronteras. A lo mejor es que a mi las fronteras y las patrias me dejan indiferente.
Eso es todo, amigos.
Se os quiere. Y se quiere al cine.

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