miércoles, marzo 02, 2011

Los fastos plásticos del 8 de marzo (2)

La revisión completa de la historia del arte lleva mucho tiempo. Así que me perdonareis que le dedique dos posts de esos míos interminables. Pero los hombres estáis de suerte, porque en ambos he puesto dibujitos, algunos de ellos de mujeres desnudas. Lo único que se supone que puede llamar nuestra atención.
Deje hace unos minutos los fastos plásticos del 8 de Marzo en museo Thyssen en su escarceo con la Belleza y el Poder -como si la belleza fuera un atributo exclusivamente femenino. Eso suena algo sexista, ¿no?- y ahora cruzo la acera para acudir al Museo del Prado para encontrarme como, según otra autora entregada a la causa de la perpetua reivindicación feminista, la pinacoteca "abre la puerta al feminismo".
Y me doy de bruces con el meollo del caso.
La exposición que celebra plásticamente el 8 de marzo, en eterna colaboración y vigilancia de comisariado político del Instituto de Investigaciones Feministas, se llama directamente "Las Mujeres y el Poder". Va directamente al centro de la cuestión, al centro de la exigencia.
El recorrido, realizado desde una perspectiva de género -no se especifica qué género porque se supone que el único género que merece ser resaltado es el femenino- presenta quince cuadros de mujeres poderosas.
Y eso pretende demostrar que las mujeres han sido importantes en la historia. Que el poder de las mujeres es importante y, de nuevo, que hay que seguir ese ejemplo.
Son reinas, princesas y condesas, infantas, infanzonas y aristócratas que, de nuevo vuelve la imaginación de las que quieren ver la historia como imaginaron que debería haber sido, contribuyeron al desarrollo del mundo. Y de nuevo por el mero hecho de ser mujeres, independientemente de sus actos.
Las mujeres representadas en esos quinces cuadros son imágenes estáticas de ese patriarcado tan denostado. Todas alcanzaron la cercanía al poder, por matrimonio, por nacimiento, por ser hijas, hermanas o esposas de hombres, de unos hombres determinados. Todas contribuyeron a la transmisión de esos valores patriarcales que, en otras secciones del mismo periódico, son cuestionados por forzar la prevalencia del apellido familiar. Ninguna de ellas encabezó una revolución, un movimiento social o incluso un alzamiento militar para acceder a la justicia o solamente al poder. se limitaron a buscar matrimonios o a aprovechar el echo de que la casualidad genética había imbuido en su sangre leucocitos zarcos.
Son el máximo exponente del patriarcado y de como las mujeres también medraban en la injusticia de su concepción. Demuestran lo contrario de lo que se supone que están enseñando.
Las meninas están en esa muestra por ser hijas, sobrinas, criadas y sirvientas de un rey varón, que utilizaba a algunas de ellas para firmar alianzas familiares. Ninguna de ellas se opuso a eso, ninguna de ellas se rebeló y fue castigada por ello, ninguna de ellas es ejemplo de otra cosa que no sea la aceptación ciega de cómo el nacimiento y la sangre te aseguraban una posición en el mundo y en la historia, más allá de tus capacidades. Y las otras, las doncellas y criadas, utilizadas por el rey  para algunos de sus entretenimientos menos públicos y, desde luego, nada deseados. Cosa que, por cierto, era consentido y comprendido por las anteriores o, por lo menos, no denunciado con tal de mantenerse en esa cercanía del poder.
Las mujeres de la familia de Felipe IV tampoco son otra cosa que piezas de ajedrez movidas en un juego dinástico y no pueden representar otra cosa que eso. No se rebelaron contra el statu quo que les permitía medrar, que les permitía ocupar lo más alto de la cadena alimenticia, aunque esa cadena alimenticia fuera injusta, ¿ese es el mensaje ejemplar que envían desde la artística ultratumba a las mujeres de hoy?
Pero son mujeres y tenían poder. Eso hace que sean reverenciadas y mostradas por todas aquellas que quieren enviar y retroalimentar el mensaje de que lo que es necesario es que las mujeres tengan poder. Sin más, sin matices, sin cortapisas, sin críticas. El poder femenino es bueno en sí mismo. y lo demás es machismo.
Por eso es un ejemplo Isabel de Castilla. No hay que tener en cuenta que firmara la expulsión de judíos y moriscos mientras su esposo, el supuestamente primitivo, cruel y primario por varón, rey Fernando permitía en su reino de Aragón la persistencia de esos mismos moriscos y que se escondieran en sus territorios judíos y mozarabes de la persecución religiosa, mirando a otro lado ante las constantes exigencias sacras de su ejemplar para la historia esposa. No hay que tener en cuenta que escuchara a sus respectivos confesores para imponer la represión a golpe de sangre y bautismo obligado. Era mujer y tenía poder. Éso es lo único que importa.
Por eso es un ejemplo Isabel Clara Eugenia, ya representada en Las Meninas y que fue un peón que Felipe II para intentar acceder al trono de Francia, utilizando el mismo recurso a la sangre y los derechos divinos que todos los patriarcados monárquicos de Europa. Aunque la crueldad de su gobierno y el de su hermano -supongo que la culpa fue de Alberto de Austria- originaran la revuelta flamenca que separó Flandes definitivamente de la Corona Europea. Aunque para los niños holandeses sea un personaje de cuento de pesadilla del inconsciente colectivo de esas naciones tan horrible como el Duque de Alba. Pero era mujer. Con eso está dicho todo.
A lo mejor la Condesa de Chinchón es un ejemplo de aquello en lo que debe fijarse toda mujer moderna. Pues la buena de María Teresa de Borbón impuso al maestro Goya para su retrato que se mostraran sus brazos -algo que, según ella, destacaba de su anatomía, y que no se mostraran sus escasos dientes. Vamos, la inventora de los consejos de belleza del Cosmopolitán. O a lo mejor ha de ser ejemplo de como una mujer debe plegarse a los manejos políticos de otra, su madre, la reina -también retradada en esta muestra como esposa de Carlos IV- para casarla con un noble o cómo debe aceptar su reclusión en un convento para evitar un matrimonio no provechoso a los interese dinásticos. A lo mejor sirve de ejemplo de victimismo -algo muy buscado por el feminismo español- pero dudo que pueda enviar cualquier otra enseñanza a la mujer moderna. Pero era mujer y estaba cercana al poder. Con eso basta. Era mujer. está todo dicho.
Como lo era Ana de Austria, esposa del mismo rey, y que "asistía gustosa por voluntad de dios" a los autos de fe organizados por la corte de dominicos que impusieron en España el misticismo católico más beligerante de la historia y que era la representante de su esposo en actos en los que ardían, eran ahorcados o flagelados toda suerte de herejes, hugonotes, brujas y paganos que podía encontrar la Santa Hermandad por orden de la no menos santa Inquisición española a lo largo de la geografía del país. pero, claro eso no es lo importante, lo importante es que estaba en el poder y era mujer. Un ejemplo para cualquier fémina de hoy en día, que lo único que debe ansiar es poder.
Desearlo como lo deseaba por encima de todo Isabel II, que no tuvo los arrestos suficientes como para reconocer su no virginidad y obligó a un artista a esculpirla velada para ocultar de la vista pública sus múltiples, conocidos y desconocidos amantes. Un gran ejemplo de arrojo y lucha por los derechos femeninos desde la raíz misma del poder en España. Una monarca que retuvo durante años la orden de emancipación de los esclavos firmada por su padre, concediendo a su país el dudoso honor de ser el último estado europeo en considerar justo y pertinente abolir la esclavitud.
Resulta absurdo utilizar a estas mujeres como ejemplo de nada, salvo de personas que son capaces de cualquier cosa para mantenerse cerca del poder. y a lo mejor eso es lo que se quiere, eso es lo que se está intentando sacralizar.
Nadie es un héroe o una heroína por su sexo. Lo es por lo que defiende, por la justicia de sus ideales, y por lo que está dispuesto a sacrificar en defensa de esos ideales. Y ninguna de estas mujeres son ejemplo de eso.
Las artistas que componen el fondo de artistas mujeres de El Museo del Prado sí. Por eso, si quiero valorar la aportación de la mujer al arte, las visitaré a ellas.
Y luego contemplaré la exposición de Las Mujeres y el Poder y visitaré la muestra Heroínas -y no hará falta que nadie me arrastre, por cierto, aunque vaya acompañado- porque me niego a no disfrutar del arte porque alguien intente manipularlo y pervertirlo en aras de una visión política. Pero disfrutaré de la belleza y del genio de aquellos y aquellas que pintaron los cuadros, no de la visión mitificada y zarzuelera de que el poder femenino es bueno per se. Mairare los colores y los trazos, no las vidas de mujeres que no hicieron nada por la humanidad -salvo quizás la fundadora de El Museo de El Prado- y que son ensalzadas solamente porque fueron poderosas y se intenta vender que esa condición de poderosas las hace ejemplos de algo.
Pero no voy a decir que todo esto me sorprenda. Es lo habitual. Y más si se tiene en cuenta que una de las autoras de esta coleción de artículos sobre arte y femenismo ha elegido hasta un himno para esta batalla entre la historia del arte y su visión dividida del mundo:
Si hubiera que buscar un himno para la fiesta de las heroínas, no habría que ir muy lejos. La cantaban Coz en los 80: Las chicas son guerreras. "Ellas suelen llevar el timón, y hacen astillas tu pobre corazón. Y si ves el mundo girar, es porque las muñecas han puesto la cadera a funcionar", aullaba aquel grupo tan heavy. En esta muestra hay caderazos. Aullidos. Alguna coz. Muchas mujeres, y muy heavys. Pero ninguna muñeca.
Desgraciadamente para mi memoria musical, yo crecí con grupos como Coz, Barón Rojo u Obús y creo recordar que la visión que esos grupos tenían de la posición de la mujer en el mundo no era, por decirlo de algún modo, del todo igualitaria. Inmensos bustos y largas piernas salían de sus armarios para arrojarse a sus pies y demandarles sexo a raudales y suplicarles participar en sus más eróticos sueños de serrallos y gineceos de chicas con vaqueros inmensamente ajustados o de desnudeces explosivas. Y como muestra, el boton de una portada:
Pero a lo mejor no importa. Lo único que hay que destacar es que hay que hacer la guerra. No hay que tener en cuenta que la estridente y chirriante voz del solista de es grupo incluyera en sus estrofas frases como "de la más puta a la tía más legal" o que hiciera referencia al funcionamiento de sus caderas, no de su cerebro, no de su corazón, no de sus ideas o de sus sentimientos, no de sus capacidades o de su genio. Solamente de sus caderas.
A lo mejor lo que pasa es que se sigue estando en el mundo machista y patriarcal en el que los movimientos de cadera -que ya sabemos todos para las dos cosas que se mueven las caderas de forma más rítmica aparte del baile, o sea para la reproducción y para el sexo- son un arma aceptable para alcanzar el poder.
A lo mejor es que lo importante es el poder y la guerra y por eso ser guerrera y que haya caderazos es tolerable e incluso beneficioso. A lo mejor es que el fin del poder femenino justifica cualquier medio para conseguirlo.
Pero para eso no hay que recurrir a Ana de Austria, a Santa catalina o Juana de Orleans. para eso siempre hemos tenido a Nicolás de Maquiavelo. Aunque sea hombre.
Y todo esto dentro de un lema que se enuncia como "Ellas crean" Pero para eso necesito otro post. Lo siento hoy estoy prolijo y esto da para mucho.

No hay comentarios:

Lo pensado y lo escrito

Real Time Analytics