No es que se tuviera la esperanza de que doce tañidos de campana, doce uvas y unas cuantas copas de cava entre abrazos, llamadas y los nuevos ritos de los emoticonos de Whatsapp, fueran a cambiar algo, fueran a significar un auténtico Rubicón que cruzar en nuestras vidas.
Aquellos que nos quieran nos querrán de igual modo con el cambio de año, aquellos que nos odian nos seguirán odiando, aquellos a quienes no les importan nuestras vidas no cambiarán su laxa indiferencia por atención y cuidado solo porque tengan que mudar de calendario y quienes no saben o no quieren saber si nos quieren seguirán sin saberlo aunque, entre las burbujas y las actuaciones musicales enlatadas, se les pueda olvidar por un momento ese desconocimiento.
Y por su puesto aquellos que están a lo suyo cuando deberían estar a lo de todos seguirán a lo suyo.
Y si hay alguien que en esto de estar a lo suyo es maestro, doctor -con perdón- Honoris Causa, es el ínclito consejero de Sanidad del gobierno madrileño. Un claro ejemplo de ir a su bola aunque su bola nos esté golpeando en la frente como una herramienta de demolición cada mañana.
Javier Fernández Lasquetty y su consejería siguen empeñados en lo mismo que ayer, aunque fuera otro año, en el mismo mensaje de defensa a ultranza de la gestión privada de la sanidad pública, de la privatización como herramienta para alcanza esa tan manida "excelencia" que el Partido Popular quiere aplicar a todo sin tener ni remota idea de lo que significa el concepto básico.
Pero como tampoco es de esperar que el ínclito Lasquetty mejore en su ridículo -algo en lo que también es un artista consumado- despidió el año que murió con el bofetón en un carrillo de la querella de los médicos por calumnias y saluda al que nace con el sopapo en el otro, que vuelve a ponerle la cara en su sitio aunque algo irritada, de la Cámara de Cuentas avisándole de que su privatización es un nido de corrupción, malas prácticas e ilegalidades.
Porque dos de esos hospitales "excelentemente" gestionados de manera privada, el de Torrejón y el de Valdemoro, privatizados en 2011, dos de esos centros que deberían ser ejemplo -y a su pesar lo son- de como funcionará la gestión privada de la sanidad pública madrileña, se han hartado de cometer irregularidades, eufemismo utilizado para cubrirte las nalgas cuando detectas un delito o tienes la potestad legal para enjuiciarlo.
Los gestores "excelentes" de estos hospitales se han dedicado a subcontratar servicios hospitalarios. Y esto ya sería grave porque sería una muestra de que buscan el beneficio, de que no les importa otra cosa que reducir costes. Pero es que han subcontratado esos servicios de espaldas a la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid.
Y eso simple y llanamente es un delito.
Y ¿quienes son los gestores de la "excelencia" hospitalaria que han metido subcontratas por la puerta de atrás a rebufo de sus concesiones?
En el caso de Torrejón, Capio. Nos acordamos de Capio, ¿verdad?. Si, gentes, esa empresa en la que mora y medra el que yace con la Santa Cospedal en el tálamo marital, esa empresa a la que la Presidenta de Castilla -La Mancha lleva de la manita a toda licitación sanitaria que su propio partido compone y orquesta para que sus colegas se beneficien a costa de la salud de todos.
En el caso de Valdemoro, el "excelente" gestor es Sanitas, que opta a otros dos en la nueva remesa, pero antes, en 2011, lo era Ribera Salud. Sí esa que hundido hasta el rescate financiero el hospital de Alzira y que también, dado su impresionante currículo, opta también a las nuevas privatizaciones diseñadas por Lasquetty y a las que se oponen profesionales y pacientes aunque Lasquetty se empeñe en que "las están deseando".
Pues esos, los que han de llevar la gestión de los hospitales que se quiere privatizar, ya han incumplido los contratos de los que ya les fueron concedidos porque ceder servicios a terceros sin el conocimiento y la autorización de la Consejería de Salud es un incumplimiento de las clausulas de sus contratos.
A lo mejor es que confundieron el asentimiento de Lasquetty cuando le entregaron la mordida mensual con la aquiescencia oficial a sus prácticas o a lo mejor es que ni siquiera se llegaron a leer el contrato porque ya sabían que tenían la concesión en el bolsillo.
Pero sea cual se el "comprensible" motivo de su falta de "excelencia" en la gestión, ¿que sentido tiene conceder nuevas privatizaciones a empresas que ya están demostrando malas prácticas con las que tienen?
Obviamente ninguno. Salvo desde el punto de vista de la las cuentas privadas de Lasquetty, claro.
Sería grave y motivo de la perdida de la concesión cualquier subcontratación, desde la de el servicio de comedor del personal hasta la de almacenamiento de las tiritas, desde la desinfección de apósitos hasta la de maquinas expendedoras de chocolatinas.
Pero ¿han subcontratado alguno de esos servicios no esenciales o secundarios?, ¿han subcontratado la recogida de los contenedores de compresas o de eliminación del material de curas utilizado?
Ni por joda, que diría el gaucho.
En el caso del Hospital de Valdemoro, el de Capio, se subcontrataron los servicios de hematología, ginecología, anestesia, incluso cirugías generales, que se pusieron en manos de servicios ajenos a hospital.
Y la cosa no mejora en Torrejón, en cuyo centro hospitalario Sanitas se desprendió de varios servicios médicos especializados, incluido el de nefrología.
¡Servicios médicos y quirúrgicos!
Servicios que exigen una cualificación extrema y que a día de hoy nadie sabe qué profesionales los practican y qué capacidad efectiva tienen las empresas a los que Capio y Sanitas se los han dado para llevarlos a cabo.
Ese es el futuro que le espera a la sanidad privatizada madrileña. Empresas que operan y negocian de espaldas a los auténticos propietarios de esos hospitales, los ciudadanos, la sociedad, para subarrendar servicios que les resultan onerosos; para sacar dinero poniendo en riesgo la salud de los pacientes con acuerdos firmados entre bruma y arrendamientos delictivos de servicios que deberían prestar ellas mismas directamente.
Esa es una cara de la "excelencia" en la gestión privada hospitalaria.
Y es la amable. Porque la ridícula, capciosa, humillante y perversa, la representa una vez más, el individuo que responde al nombre de Javier Fernández Lasquetty.
Porque él, máximo responsable de la sanidad en el gobierno madrileño, y su consejería, órgano encargado del control de la misma, no tiene reparos en decir que no se habían enterado de nada, que desconocían esas contrataciones.
Los gestores públicos de la sanidad no han sido capaces en dos años de darse cuenta de ese pequeño desliz contractual de aquellos a los que les vendieron nuestra salud; no se han preocupado de asegurarse que se cumpliera un contrato del que dependen las vidas de los enfermos madrileños.
Si fuera otro ámbito sería descuido, si fuera otro periodo más corto sería indolencia. Como es la sanidad y son dos años solo se puede calificar como una cosa: negligencia criminal.
Así empieza el año Lasquetty. Igual que lo acabó. Jugando a la ruleta rusa con nuestras vidas y nuestra salud.
Por suerte aquellos que en 2013 estuvieron a lo de todos también empiezan el año defendiendo lo de todos.
1 comentario:
todas estos trapicheos los sabemos nosotros y por supuesto ellos. tan solo necesitamos una pequeñisima cosa y es la separacion de poderes y que la justicia...........(que curiosos) sea justa
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