Los gobernantes que nos hemos
echado a la espalda con nuestros sufragios se han vuelto especialistas en el
innoble arte del digodiegismo, del decir una cosa y luego decir que se había
dicho lo contrario y hacer al final algo que ni es lo primero ni es lo segundo.
Y esa práctica aciaga que les ha
llevado a incumplir una tras otras todas sus promesas electorales parece ser
que se les a pegado en todo lo demás. El virus de no aplicar lo que dicen
defender, de cambiarlo sobre la marcha, de ajustarlo a sus necesidades de forma
artera descarada ha llegado también al ámbito ideológico.
Y como muestra un botón, un recorte
más que, como siempre, afecta a lo esencial, afecta a los servicios y derechos
de los que depende nuestro futuro.
La Comunidad de Madrid, donde se
está desangrando la Enseñanza Pública -como en todo el resto de España- en aras
de cambiar el modelo hacia el concierto con lo privado, donde se ahorra de lo
esencial en los centros públicos para seguir pagando lo superfluo en los
concertados, donde se retiran profesores para los desdobles o para los
refuerzos mientras se mantienen los pagos para los de religión, resulta
que le han retirado el concierto a la FP de Grado Superior.
Mientras Wert vende a quien quiera
escucharle -que cada vez es menos gente- que sus recortes universitarios, su
desprecio por el bachillerato, su LOCME, que convierte los centros públicos en
escuelas novecentistas donde se aprende lo mínimo para pasar el día, se hacen
para potenciar una Formación Profesional adecuada al mercado laboral, que
facilite la integración en el mercado del empleo y que se sitúe en el rango de
la recuperada adoración por Alemania de otros tiempos, en Madrid se le quita el
concierto a la única enseñanza que, vista de lejos y deprisa, podría asemejarse
a ese concepto.
Uno pensaría que, por concertada y
por profesional, era precisamente ese tipo de centros los que iban a contar con
la absoluta adoración de Wert y sus reflejos autonómicos en los gobiernos del
Partido Popular.
Uno lo pensaría si realmente
creyera que creen una sola palabra de lo que dicen. Pero a estas alturas
sabemos que no es así.
Porque su apoyo a la FP es
solamente una excusa para justificar el desmantelamiento de los estudios
universitarios, porque su compromiso con la educación concertada como modelo es
solamente el entramado que utilizan de cobertura para ocultar sus golpes de
ariete contra los centros públicos, porque su apuesta por el modelo del
concierto no va a más cuando ese concierto no reporta beneficios a sus
entidades y grupos afines.
Porque, en definitiva, el Partido
Popular no apuesta por la enseñanza pública, ni por la concertada -salvo cuando
esto supone negocio para ellos o los suyos-, no apuesta por la educación
universitaria ni por la Formación Profesional.
Sencillamente, no apuesta por la
Educación en ninguna de sus formas y maneras.
Porque en la sociedad que quiere el
Partido Popular, en la sociedad que le demandan que construya todos aquellos
que presionan sobre él para que defienda sus intereses, todos aquellos que han
financiado legal o ilegalmente sus campañas, la educación no ocupa lugar
alguno, no tiene importancia ninguna. No es relevante.
Por eso da igual que el centro sea
concertado o público, que la enseñanza sea universitaria o profesional. Si
cuesta dinero se cercena, se corta porque nunca se prioriza en su favor.
El dinero hace falta para otras
cosas más importantes, para dárselo a aquellos que realmente mantienen al poder
en el poder, no a los ciudadanos, que falsamente creen que son ellos los que lo
hacen.
Por eso no les importa poner a 600
docentes en la calle, no les importa masificar los centros públicos que, ya
ahogados por sus recortes, tendrán que asumir toda esa demanda sin poder
enfrentarse a ella por carecer de los medios que eses mismo gobierno les ha
quitado y de los recursos que se han destinado a otras tareas.
De modo que, con esos centros
públicos saturados, incapaces de preparar profesionalmente a sus alumnos,
llegará el momento de justificar su eliminación de ahondar en su descrédito, de
quitarle el bozal a Wert para que cargue contra ellos y los devore en su furia
por revertir la cultura y la educación a la era de la escolástica monacal.
Y si alguien tiene algo técnico o
profesional que aprender ya lo hará en un eterno contrato de aprendizaje sin
sueldo para beneficio de su empleador, o en unas prácticas infinitas por
las que no reciba más sueldo que la comida y el transporte o incluso en uno de
esos mini empleos que tanto defiende el nuevo capo de los empresarios españoles.
Así que el Partido Popular, sin
quererlo, ha hecho buena la frase que profesores y docente han utilizado como
herramienta para forzar las mentes de sus alumnos hacia el raciocinio, el
conocimiento y el pensamiento autónomo:
Con Wert en Nuevos Ministerios y
sus espejos autonómicos en las Consejerías de Educación, en España el saber no
ocupa lugar. Ningún lugar en absoluto.
Salvo, en todo caso, en un modelo
de concertación que, de servir para algo, servirá para asentar los dogmas
de fe que conviertan a la población española en el epítome de la resignación
cristiana, en la que acepte el derecho divino de los gobernantes y los
empresarios a hacer lo que les dé la gana con su presente, su vida, su
esperanza y su futuro. Que para eso si sirve el concierto educativo.
Así que la única manera que tienen
esos centros concertados de Formación Profesional Superior de salvarse es
imponer el rezo del rosario mientras se ensamblan piezas o la parada obligada
en los talleres en el rezo del Ángelus
a mediodía.
Ese es el único lugar que el
Partido Popular deja al saber y a la educación en España.
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