Tiempo ha que reaparecían en
estas endemoniadas líneas esas mujeres que capitalizaron la atención de
todos por su arranque que recaudar con sus fotografías lo que la Consellería de
Educación de la Comunitat Valenciana les negaba.
Y hoy las Madres de Montserrat vuelven a estas líneas de la
mano de Cosme de Churruca, aguerrido capitán, y del San Juan Nepomuceno, su
barco en la tristemente famosa para el orgullo patrio batalla de Trafalgar.
Porque, además de seguir enfrentándose a sus problemas, ahora deben enfrentarse al peligro de que otros comentan el mismo error que ese experimentado navío cometió cuando vio que la primera andanada de los bajeles de Su Graciosa Majestad se quedaban cortos en el tiro. Pensó que tenía tiempo para cargar y maniobrar porque su barco estaba fuera de tiro.
Porque, además de seguir enfrentándose a sus problemas, ahora deben enfrentarse al peligro de que otros comentan el mismo error que ese experimentado navío cometió cuando vio que la primera andanada de los bajeles de Su Graciosa Majestad se quedaban cortos en el tiro. Pensó que tenía tiempo para cargar y maniobrar porque su barco estaba fuera de tiro.
Las madres de Montserrat, que
exhibieron su sensualidad, que hicieron rifas y desfiles de moda, que
organizaron partidos de fútbol para lograr el dinero suficiente para poder
llevar a sus hijos en autobús al colegio, lograron parcialmente su objetivo
económico, pero no han parado.
La Conselleria lo dejo pasar en la
fatua esperanza de que conseguido el dinero se omitiera la necesidad de
justicia. Así piensan, así se obligan a pensar, así les gusta pensar. Lo
económico por encima de todo, lo económico como único baluarte de la bondad o
la maldad de cualquier acto.
Curiosamente muy marxista para
alguien que se hincha a genuflexiones religiosas y a discursos neocon como es
la consejera Catalá y todo el Gobierno Valenciano.
Pero claro, como esas mujeres no
son ellos, no piensan como ellos. Pese a las críticas, pese a los rifirrafes
con otra parte de los padres del colegio Evaristo Calatayud -parte de los
cuales experimente en blog propio-, ellas siguen reclamando la justicia aunque
ya hayan conseguido el dinero.
Porque conseguir ese dinero es
responsabilidad de la Consellería de Educación, no de sus curvas voluptuosas,
ni de sus modelos desfilados, ni de las cuarentonas patadas y desmarques de los
veteranos del Valencia CF.
Porque el parche del dinero conseguido
no sutura el descosido perpetuo que genera la eliminación de las ayudas.
Y Catalá sigue en sus trece, como
sigue necesitando todo su dinero para que las entidades religiosas con las que
pretende concertar sus Escuelas de Iniciativa Social no paguen impuestos ni
abonen los terrenos cedidos, sigue en sus trece; como sigue necesitando sacar
dinero de la Enseñanza Pública para pagar los conciertos que adeuda, sigue en
sus treces; como sigue en su política de llevar la educación valenciana al lado
de dios, renunciando a ponerla del lado de sus ciudadanos, sigue en sus trece.
Es obvio que en esas circunstancias
de voluntades enfrentadas, de posiciones inmóviles, de defensa a ultranza de la
justicia contra irreflexivo inmovilismo de la excusa económica que da la
consellera para enmascarar lo que no es otra cosa que pura ideología sectaria,
no puede haber acuerdo. No existía tal posibilidad al principio y no la hay
ahora, aunque la Consellería montara la semana pasada una mascarada a la que
dio el nombre de reunión.
Así que solamente les queda a las
madres de Montserrat -que se han ganado ese nombre no por ser las únicas, sino
por necesidad de ubicación a la hora de referirse a ellas- es la mediación, la
intervención de la justicia, que una tercera parte decida quién tiene razón o,
para ser más exacto, que alguien con poder le recuerde al Gobierno Valenciano
que la justicia está por encima de sus necesidades económicas y de sus
planteamientos ideológicos.
Y ese camino ya lo comenzaron. Lo
iniciaron desde el principio, al impugnar los criterios de selección para las
ayudas.
Y ese es el motivo de parte de su
enfrentamiento con el resto de los padres del Colegio Evaristo Calatayud.
Porque esos padres y madres, que si tienen concedido el autobús, que si entran
dentro de los criterios, temen perderlo si se cambian, temen quedarse sin esa
necesaria ayuda si los criterios se declaran ilegales.
Y aunque su miedo sea fuerte,
aunque puede justificarse parcialmente, esos progenitores de Montserrat
tendrían que tener claro que los criterios han sido impugnados no para
reducirlos sino para aumentarlos.
Tienen que pararse a reflexionar que si la Consellería o la consellera reaccionan virulentamente a esa reclamación de justicia, no será culpa del quien demanda justicia sino de quien se niega a darla. Y sobre todo tienen que tener clara una cosa: que algo no deja de ser injusto porque no nos afecte o incluso nos beneficie, que no se puede mantener una reclamación de un derecho solamente cuando nosotros estamos incluidos en los que pierden en ese derecho -como es su lucha constante contra los barracones, contra las condiciones casi inhabitables del Evaristo Calatayud y todos los demás recortes que les imponen las cuentas del Gran Capitán que hace Catalá con el dinero de los valencianos-.
Tienen que pararse a reflexionar que si la Consellería o la consellera reaccionan virulentamente a esa reclamación de justicia, no será culpa del quien demanda justicia sino de quien se niega a darla. Y sobre todo tienen que tener clara una cosa: que algo no deja de ser injusto porque no nos afecte o incluso nos beneficie, que no se puede mantener una reclamación de un derecho solamente cuando nosotros estamos incluidos en los que pierden en ese derecho -como es su lucha constante contra los barracones, contra las condiciones casi inhabitables del Evaristo Calatayud y todos los demás recortes que les imponen las cuentas del Gran Capitán que hace Catalá con el dinero de los valencianos-.
Deberían pararse a reflexionar que
la defensa de los derechos empieza cuando solo uno los pierde, aunque todos los
demás los mantengan.
Porque la crisis, la arrogancia de nuestros
gobernantes estatales y autonómicos y la agonía boqueante del sistema económico
en el que nos basamos han arrojado al saco de los tiempos pasados los días en
que era plausible salvarse a sí mismo mientras se veía que los demás caían
alrededor.
Esa actitud nos ha llevado donde
estamos y no nos sacará de esta situación.
Pero más allá de este debate
interno entre padres y madres de Montserrat en el que no quería terciar pero en
el que he terminado interviniendo -si es que no sé contenerme-, la herramienta
legal y judicial de las Madres de Montserrat seguirá su curso y es posible que
ese camino acabe en los altos tribunales mientras ellas siguen buscándose las
lentejas para pagar su transporte escolar.
Pero unos y otros y por supuesto
las honorables señorías que se vean forzadas a conocer de la materia deberían tener
algo claro.
Más allá de la Constitución, más
allá del Derecho a la Educación, más allá de los derechos cercenados de unos y
mantenidos por los pelos de otros, hay una realidad tan clara, tan
transparente, tan diáfana, que a nadie se le debería escapar.
Lo que ha hecho Catalá con el
transporte escolar en el Evaristo Calatayud, no es una cacicada, no es una
perversión ideológica, no es un error o un fallo de visión política. es un
delito y tiene nombre: se llama prevaricación.
Se llama dictar una norma injusta a
sabiendas de que es injusta.
http://www.calendariosolidarioautobus.com |
Y esos criterios se cambian a
sabiendas de que dejarán fuera a muchos. Esos criterios se cambian porque la
distancia -los famosos tres kilómetros- empiezan a medirse en línea recta sobre
mapa, no sobre distancia de vías transitables.
Y ellos saben que no se puede hacer
así. Ellos saben que no han desparecido las montañas, que entre las faraónicas
obras de su gobierno hay circuitos de Fórmula 1, aeropuertos fantasma, puertos
deportivos piratas y un sinfín de obras inútiles pero no hay una red de túneles
o de puentes que permitan recorrerlos en línea recta.
Así que cambian los criterios
cuando no han cambiado las circunstancias y lo hacen con la única intención de
dejar fuera del derecho a quién quieren dejar fuera. De modo que la perdida de
la ayuda no es una consecuencia indeseada del cambio de criterios sino que el
cambio de criterios es una consecuencia buscada del deseo del legislador de
eliminar ese derecho para un colectivo en concreto.
Y eso, aunque funcione de la forma
inversa a la que se utiliza normalmente en estos casos -que es crear una norma
ad hoc para beneficiar a un colectivo en concreto- solamente tiene un nombre:
prevaricación.
Y todos harían bien en pesar en
ello antes de posicionarse a favor o en contra de esos criterios. Las Madres de Montserrat lo tienen fácil porque son las perjudicadas, los jueces lo tienen
fácil porque saben de leyes, de principios legales y se les supone que saben de
justicia.
Y los demás, si lo tienen difícil,
pueden hacer un ejercicio.
Cierren los ojos e imaginen que el
30 de junio del año 2013 Catalá publica un decreto por el que se modifican los
criterios para la concesión de las ayudas al transporte y se especifica que las
distancias se calcularán solamente en dirección nor-noroeste.
Y entonces recuerden a Churruca,
imaginen que no han contado con la velocidad del enemigo, con el viento
reinante ni con los pares de velas adicionales izados a toda prisa por los
marineros de la Pérfida Albión y como el bueno de Cosme observan, desde el
supuestamente a salvo puente de popa del San Juan Nepomuceno, como la segunda
andanada de sus enemigos desarbola su nave, la deja al pairo en mitad de la
escuadra enemiga y a merced de seis barcos que la cañonean sin piedad hasta que
tantos son los muertos y heridos que son más que los vivos y se ve obligada a
rendirse.
Luego abran los ojos, corran a por
una brújula y miren si ustedes y sus hijos están en dirección nor-noroeste con
respecto del Evaristo Calatayud.
Eso o carguen sus cañones, ahora que aún los tienen, avancen hacia la refriega, ahora que aún están a
salvo de las andanadas de Catalá y Educación en este asunto en concreto, y participen en la lucha.
Puede que no sea su obligación hacerlo, pero no siempre hay que hacer las cosas por obligación.
Puede que no sea su obligación hacerlo, pero no siempre hay que hacer las cosas por obligación.
1 comentario:
Hola Gerardo,como siempre,excepcional!!!gracias por tu apoyo
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