Parece mentira que con tanto
llevarse a la boca aquellos de las oscuras conspiraciones contra su
honorabilidad -siempre de otros, nunca de los suyos, claro- y de inquietantes
conjuras secreta y solamente visibles por ellos que tienen a Bárcenas, sus papeles,
a los sobrecogedores y a los financiadores de Génova, 13 en el disparadero, con
esto de Telemadrid los chicos del Partido Popular hayan obviado los principios fundamentales
del innoble arte de la conspiración.
Porque ahora, así como quien no
quiere la cosa o más bien como quien en la cosa nada tiene que perder porque ya
se lo han hecho perder todo, aquellos que han sido víctima de esa maquinación
conspirativa al más puro estilo versallesco del Gobierno de la Comunidad de
Madrid para asesinar Telemadrid van y deciden no darse por muertos, deciden no
dejar de hacer aquello para lo que se prepararon, para lo que adquirieron experiencia
y para lo que, en su origen, fueron contratados.
Resumiendo, informar y comunicar.
Abren un canal de televisión on line y con ese simple hecho demuestran que por
no saber, el PP madrileño ni siquiera sabe conspirar.
Porque no tuvieron en cuenta que
para que exista una conspiración dos o más tienen que ponerse de acuerdo para
real izarla. Ellos creyeron estar de acuerdo con los jueces y resulta que
parece que no, ellos creyeron tener de su parte a las audiencias y eso ya está
demostrado que tampoco y ellos creyeron que tenían de su parte a sus votantes,
a aquellos que solamente querían escuchar las lindezas de su partido político,
de aquellos a los que habían apoyado con sus sufragios y ahora resulta que las
encuestas de intención de voto les dicen lo contrario.
Y sobre todo creían que iban a
contar con la resignación de aquellos que perdían de sus puestos, con la
aquiescencia de aquellos a los que se presentaba la situación como trágica y no
deseada y eso no ha ocurrido.
De modo que, si no hay dos para
llevarla adelante, por definición, una conspiración no puede salir bien.
Pero lo más importante es que
pasaron por alto el hecho de que para que una conspiración funcione tiene que
sea secreta, se tienen que ver los resultados, pero no lo orígenes, se tienen
que percibir los efectos pero desconocer las identidades de los perpetradores.
pero su ERE masivo, su despido de
860 profesionales ha hecho que todo el mundo conozca la identidad de aquellos
que quieren transformar un medio de comunicación público en una herramienta de
propaganda sectaria e ideológica.
Puede que eso funcionara -y lo
estaba haciendo- mientras nadie sabía que se hacía a puerta cerrada, mientras
los pasillos del ente autonómico estaban poblados de gente a la que no se
dejaba informar, a la que no se permitía trabajar en libertad, a la que se le
hacía elegir entre la supervivencia y la dignidad.
Pero el ERE ha abierto las puertas
y ya no puede seguir funcionando. Porque ahora todo el mundo que mire el canal,
todo el mundo que se encuentre con él en el occidental ejercicio del zapping
compulsivo se dará cuenta de lo que pasa.
Solamente tendrá que ver lo que los
profesionales que trabajaban en ese medio hacen en Internet para darse cuenta
de lo que no les dejan hacer a los que se han quedado dentro de las puertas del
esqueleto de lo que fuera Telemadrid.
Y claro, con la comparación, la manipulación
no puede funcionar.
Pero lo que demuestra el nuevo
canal on line que ponen en marcha los trabajadores acuchillados por la espalda
por el Gobierno de la Comunidad de Madrid y aquellos que hacen de la adulación
su herramienta principal de supervivencia es que fallaron en la base última de
todo proceso conspirativo, en el axioma principal que desde los tiempos de
Bruto y Casio rige este tipo de formas de moverse en las sombras.
Parece mentira que ellos, tan aficionados a programar películas de época y de Imperio Romano pasarán alegremente por alto que para que una conspiración funcione la víctima tiene que morir. No basta con herirla, no basta con apartarla, no basta con desarmarla. Tiene que morir.
Parece mentira que ellos, tan aficionados a programar películas de época y de Imperio Romano pasarán alegremente por alto que para que una conspiración funcione la víctima tiene que morir. No basta con herirla, no basta con apartarla, no basta con desarmarla. Tiene que morir.
Y aunque ellos creyeron que lo
habían conseguido, que su control político aseguraba la muerte del canal para
poder sembrar en su cadáver la semilla de su aparato propagandístico,
cometieron un error. Se equivocaron de espalda, dejaron a la víctima con vida.
Porque Telemadrid nunca fue ni será
sus edificios, sus dirigentes, sus ejecutivos, sus equipos, sus vehículos, sus
unidades móviles, sus controles o sus enlaces.
achicados los ojos del gobierno
madrileño por la ceguera que les impide ver a las personas detrás de los
números, a los seres humanos detrás de las organizaciones y a los votantes
detrás de los sufragios, no se dio cuenta de que, hiciera lo que hiciera,
dejaría con vida a los únicos que siempre fueron Telemadrid: aquellos que la
hacían.
Ignoraron que cualquier organización humana es su esencia, no su cuerpo. Y esa esencia son siempre las personas.
Ignoraron que cualquier organización humana es su esencia, no su cuerpo. Y esa esencia son siempre las personas.
Y ahora, por más fango que les
echen encima los opinadores a sueldo, por más que intenten acallarles o que
buscan subir el ruido de su propaganda para acallar el volumen de la
información del nuevo canal, todo el mundo sabrá que intentaron acabar con Telemadrid para hacer otra cosa.
Todos conocerán cual eran los
motivos y cuál era el objetivo.
No hay nada como dejar con vida a
una víctima para que una conspiración fracase. Es como dejar que el bueno de Julio se
sacara el puñal de la espalada en las puertas del senado de Roma.
Y si no que se lo digan a Génova
con Bárcenas y con Telemadrid.
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