Parece que ni los hipopótamos, ni
los expertos politizados, ni los manipuladores, ni los propagandistas
disfrazados de periodistas, ni los bustos parlantes que aceptan difundir
consignas disfrazadas de noticias, son herramientas suficientes para alterar la
realidad, para modificarla o para ocultarla los ojos de aquellos que deben
observarla y que tienen que contribuir a crearla.
Quizás sea por eso por lo que el
Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha fijado para el 1 y el 4 de marzo el
juicio sobre el ERE masivo de Telemadrid que arrojó a 860 trabajadores de su
intento de hacer una canal público y culminó la política del Gobierno madrileño
de utilizar la cadena como un club propagandístico de alto coste.
Preparémonos para una programación
autonómica en la que conoceremos desde los estilos migratorios de la torcaz
sahariana hasta los ritos amatorios del cangrejo de río en alta montaña. Porque
durante esos días seguro que no vemos ni escuchamos una sola palabra sobre el
asunto en la pantalla de Telemadrid y si lo hacemos será para fantasear,
criticar o resaltar lo que a sus dueños y señores político les convenga.
¡Con tantas cosas de las que no
hablar, se van a gastar todo lo que ahorran en personal en documentales de
National Geographic!
Pero ni todas las manadas en
estampida de ñus del Serengeti conseguirán que el juicio por el ERE deje de
celebrarse, deje de producirse. Ni todas las cortinas de humo impedirán que los
jueces vean como se ha incluido en esos ERES a miembros del Comité de Empresa
en situaciones idénticas en lo laboral a otros que no han sido incluidos
simplemente porque ellos no protestaban.
Ni toda la magia de la contra
programación evitará que los magistrados puedan fijarse en los criterios
utilizados para el mantenimiento del personal adepto mientras se prescindía de
profesionales mucho más capacitados, antiguos e importantes que ya habían sido
condenados a los pasillos por negarse a cambiar su carné de prensa por otro
mucho más seguro y propagandístico que se emite en Génova, 13 y se renueva diariamente
en los pasillos, los despachos o las alcobas del poder.
Que un juicio por el ERE resultaba
inevitable era algo que todos sabíamos. Aunque Sinova y sus opinadores hablaran
de agresiones contra la libertad por la huelga, aunque la ínclita Aguirre,
principal enterradora en el sepelio de Telemadrid, se secara las lágrimas de
pena de cocodrilo por Telemadrid, todos sabíamos que este juicio tenía que
llegar.
Porque los tribunales son los
encargados de juzgar sobre las agresiones, no Justino Sinova, y el ERE es una
agresión laboral en toda regla; porque son los jueces los que tienen que
dictaminar sobre las agresiones y no los bustos parlantes de los informativos
propagandísticos; y arrojar de sus empleos a 860 personas para abrir una vía de
entrada de dinero público en las arcas de amigos y familiares, para asegurar
una ventana abierta a las ondas y a los impulsos digitales de las proclamas
políticas de líderes mediocres que buscan una reelección inmerecida, exuda
agresión laboral, legal y social por todos los poros de su piel.
Aunque los opinadores a sueldo y
los Telenoticias no lo digan, aunque se busque a toda prisa un mastodonte
ártico que echarse a las pantallas para que nos tape la realidad de ese juicio.
Así que, le pese a quien le pese,
el día ha sido marcado y elegido.
Y quieran los hados de la
propaganda televisiva que la sentencia no sea contraria. Ya paralizados algunos
ERES parecidos en canales públicos autonómicos, quieran que los próceres
madrileños no se vean enfrentados a unos costes en salarios de tramitación o en
indemnizaciones que hagan completamente inadmisible su excusa del ahorro
-aunque echando cuentas ya lo es-, que les obligue a gastar del erario público
el doble o el triple del dinero que hubiera costado convertir Telemadrid en un
canal rentable, eliminando el contenido propagandístico, tomando decisiones de
auténtica gestión de un medio de comunicación y ahorrando en contenidos y
retransmisiones que solamente alimentaban el ego de los políticos que manejaban
el medio e incrementaban sus cosechas de votos.
Y no quieran los destinos
judiciales madrileños que alguien obligue a incluir en ese ERE a los de la
planta noble, a todos esos cargos amigos, familiares o simplemente aduladores,
soguillas y adláteres serviles de políticos de turno que han quedado en la sede
con sus salarios protegidos y escudados y sus puestos, mantenidos a despecho de
la más pura lógica organizativa que fija la premisa de que no puede haber nunca
más jefes que indios.
Será el Día del Juicio para los
destructores y sepultureros de Telemadrid.
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