domingo, febrero 03, 2013

Si la "presunta" de Génova nos tapa la de Moncloa

Puede que Bárcenas, sus apuntes, las concomitancias de esos apuntes con las contabilidades del Partido Popular y los sobres voladores que unos reconocen, otros minimizan, otros trasladan al pasado y otros niegan en los pasillos y salas de prensa de Génova, 13 nos hagan estar hablando de corrupción, de meteduras de mano en la caja, de financiaciones irregulares privadas o partidarias. Y puede que tengamos que hablar, pensar y decidir por todo eso.
Pero no dejemos que el árbol de las corruptelas de anotación amanuense del Partido Popular no nos deje ver el bosque del Gobierno de Moncloa.
Es posible que recoger dinero bajo cuerda en sobres contabilizados con plumas anónimas por ex tesoreros vengativos y revenidos pueda ser corrupción, pero es seguro que recibir regalos de tramas corruptas anotados en contabilidades de esas tramas descubiertas por la policía es corrupto.
Es posible que tomar para sí dinero del partido de forma regular y organizada como un sobresueldo sea una práctica nepotista y amiguista, pero aceptar donaciones millonarias de constructores y empresas que tienen negocios con el Estado, que pretenden compensar las  concesiones recibidas o que buscan lograr las solicitadas es claramente ilegal.
Puede que las salidas anotadas de la caja B -reconocida, antigua o inexistente, según sea la excusa del cargo del PP al que se consulte- del Partido Popular sean cuestionables, pero las entradas en la misma -de las que curiosamente no habla Rajoy en discurso, declaración o arenga alguna desde Génova o ninguna otra parte-, serían claramente delictivas.
Pero, como diría el mítico Sutherland en la no menos mítica JFK, "el cómo y el cuándo son solo montajes para el público, preguntas secundarias, cortinas de humo que te impiden hacer la gran pregunta: ¿por qué?".
Y en este caso el porqué no está en Génova, está en Moncloa.
Porque puede que la presunta corrupción sea tomar dinero bajo cuerda pero la auténtica corrupción es sentarse en el sillón de la Presidencia socavando un sistema, detrayendo recursos y futuros, con el único objetivo de salvar del desastre a sociedades financieras amigas que se han arruinado con el dinero de otros por pésimas inversiones y gestiones politizadas y partidistas.
Es posible que sea cuestionable llevarse un sobresueldo en metálico, eludiendo la vista y el oído de la Agencia Tributaria, pero lo que es corrupto sin ambages ni medias tintas es destruir la Educación pública para servírsela en bandeja de plata a entidades privadas que negocien con ella, que escolaricen según sus beneficios.
Resulta convincente que obtener préstamos en metálico para reformar casas de manos de los tesoreros de tu partido sea, cuando menos, criticable por librarte de intereses y mover dinero fuera del sistema financiero que tanto dices y finges defender, pero vaciar la enseñanza de contenidos en una Ley de Educación que busca solamente entrenar peones y operarios semi esclavos para alimentar los puestos  de las fábricas y los servicios de aquellos que no repartirán la riqueza creada es corrupción política en estado infinito.
Se antoja plausible que aceptar y recibir viajes y Vouttones de empresas y empresarios sea algo reprochable, pero lo que es corrupto sin peros y sin pases es cercenar ayudas, cerrar puertas a becas y cancelar programas para arrojar el futuro de los universitarios que quieren seguir siéndolo a la voracidad crediticia de entidades bancarias que buscan beneficios.
Puede que sea corrupto ingresar en las cajas de la letra que sea donaciones a espuertas de  empresas concesionarias o futuras proveedoras del Gobierno y del Estado, pero lo que es corrupción con letras de neón es deshacer por partes la Sanidad de todos para otorgarla empresas que se lucren con ella, que reclamen como pago más dinero del que gasta el Estado gestionándola directamente. Estén tus familiares y amigos o tu mismo en ellas o no, te lleves o no te lleves una parte del pastel dinerario que crea ese negocio.
Es probable que sean muy poco defendibles los enriquecimientos raudos y acelerados de personas que en sus declaraciones oficiales de bienes parece que tiene casi lo justo para pasar el día, pero lo que es plena corrupción es firmar contratos que hace pagar al Estado o la porción autonómica de este que toque las pérdidas de autopistas radiales, que pagan por servicios no dados, que asumen los costes de operaciones quirúrgicas que las empresas a las que se las concede la gestión de hospitales no están dispuestas a asumir, sacrificando tratamientos costosos y necesarios u operaciones complicadas y caras en aras de engordar su cuenta de beneficios.
Así que es más que posible que las cosas que ocurren o han podido ocurrir en Génova 13 nos hagan hablar de ellas, nos hagan indignarnos, nos hagan cuestionarnos muchas cosas y nos hagan tener entre los labios el amargo abstracto de la corrupción. Pero también pueden hacernos perder el foco.
Tan sólo son el circo. Son los juegos malabares que unos y otros ejecutan ante nuestras estupefactas miradas con sus rápidas manos, intentando que no veamos como con la mano que permanece fuera de nuestro campo visual empuña el cuchillo que pretenden clavar en entre los omóplatos del que es su enemigo en las luchas por el poder.
Porque es más que posible que por todo eso que han hecho en Génova y dicen que dejaron de hacer, que hicieron otros o que nunca se hizo -esas son las tres líneas de defensa que manejan de forma simultanea, sin aparentar darse cuenta de que cualquiera de ellas anula a las demás-, les tuvieran que llevar fuera de Génova e incluso dentro de Soto del Real.
Pero es la otra corrupción, la demostrada en todos y cada y cada uno de sus actos de Gobierno, la que ha de llevarles muy lejos de Moncloa.
Y es más que posible que el PP y el Gobierno se vayan a agarrar al clavo ardiendo de la indemostrabilidad, de la presunción de inocencia, de la falta de pruebas para justificar su permanencia en  Moncloa. 
Es probable que para reforzar su teoría de que "como no metí la mano en la caja de mi partido no tengo que abandonar el Gobierno" o de "como las cuentas de mi partido son claras y legales no tengo que abandonar el poder" se recurra a términos sugerentes como "manejos en la sombra" o "conspiraciones" e incluso incluya en el paquete de esa conspiración a algunos de la casa y de la oposición, en la esperanza de que la apariencia de conjura oscura y masónica le permita hacer su magia de distraernos de la corrupción real, la que nos demuestran cada día, en cada decreto, en cada votación del Congreso, en cada Consejo de Ministros.
De modo que, como Rajoy ha decidido emular en su discurso de negativa a otro personaje que habita en el olimpo hollywoodiense, el Teniente Coronel Nathan R. Jessep, parafraseando en el "No he venido a la política a pedir aplausos, ni dinero, ni a satisfacer vanidad alguna" de su discurso sabatino aquello de “no me aliste por dinero ni medallas y puedo soportar las balas, las bombas y la sangre" a nosotros nos tocará apropiarnos del papel de Kevin Bacon y hacer auditores militares para replicarle.
"Pero al final ni toda la magia del mundo podrá apartar nuestra vista del hecho de que España, el Estado del Bienestar y nuestro futuro están muriendo y de que Rajoy el Gobierno del PP los están matando. Estos son los hechos del caso y son irrefutables".
Y la veracidad o falsedad de las cuentas de Bárcenas nada tienen que ver con esos hechos, con esa corrupción. Esa está probada y es contra la que tenemos que luchar con más fuerza, por mucho que nos quieran dar la otra como simple carnaza.
Rajoy no debe irse del Gobierno por lo que ha hecho o ha dejado de hacer de Génova, sino por lo que está haciendo en Moncloa. Con sobresueldos o sin ellos. 

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