lunes, febrero 18, 2013

La santa buhonera Cospedal vende la ubicuidad para las ambulancias castellano manchegas

Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.
Esta popular forma de  definir la manifiesta imposibilidad de determinadas situaciones es quizás la única forma plausible de definir la última venta ambulante con respecto a la Sanidad Pública que planea realizar la santa patrona del recorte, María Dolores de Cospedal, ante los atónitos ojos de los ciudadanos del entorno rural de Castilla La Mancha.
Y lo de ambulante nunca mejor dicho por dos motivos. Primero porque la virgen purísima de la austeridad cicatera e ideológica actúa como un antiguo buhonero de esos que recorrían los caminos cantando a los cuatro vientos las propiedades milagrosas de sus remedios y ungüentos. Y segundo porque afecta precisamente a eso, a las ambulancias.
Quizás sea porque tiene permanentemente puesto un ojo en Génova, 13 y en algunos periódicos por si aparecen más apuntes "sobrecogedores" con su nombre o quizás sea porque anda rala de memoria, pero la presidenta castellano manchega se olvida de sus propias palabras, las arroja al baúl donde se esconde todo aquello que no conviene ser recordado y le mete el tajo por lo sano a uno de los elementos más sensibles de todo sistema público de salud: las ambulancias de traslados de urgencia y programados.
Cuando quiso empezar por lo grande y decretó el cierre de las urgencias nocturnas rurales tiró de ellas para justificarlo. Según ella con las ambulancias era suficiente, con trasladar al enfermo con celeridad a un centro sanitario cercano todo el mundo podía dormir tranquilo. Entonces las ambulancias eran necesarias, eran imprescindibles.
Pero debe ser que, como el Tribunal Superior de Justicia de Castilla La Mancha no se lo cree demasiado, como ha suspendido cautelarmente ese medida para evitar males mayores mientras decide si es legal o no, Santa Dolores de Cospedal, se siente incómodo, le entra el gusanillo del recorte, el sarpullido atroz de la austeridad y la emprende con las ambulancias, justo con aquello que se suponía que iba a garantizar la asistencia de urgencia.
De un plumazo retira a las empresas concesionarias del servicio 20 millones de euros y estas, que como son privadas y empresas están en esto para ganar dinero, no lo olvidemos,  reaccionan echando a la calle a 150 profesionales para intentar mantener sus márgenes de beneficio.
Y Cospedal se siente satisfecha, tan satisfecha que se  lava las manos y considera que esa reducción y los problemas que acarree es un  “asunto laboral entre las empresas y los trabajadores”, que no tiene por qué afectar al servicio.
Sus artes de buhonera trashumante alcanzan todo su esplendor cuando pretende vender esto a los ciudadanos.
¿De verdad cree que la eliminación de un 20 por ciento de la plantilla de los que se encargaban del traslado médico de urgencia no afectara al servicio?, ¿de verdad está segura, por mucho que lo pregone por doquier, que restar 20 millones de euro a los concesionarios de esos servicios no hará que reparen en gastos de mantenimiento o de reposición de los equipos, en modernización de las ambulancias o en formación continuada de aquellos que las ocupan?
Claro que no, como el buhonero sabía perfectamente que su mejunje no eliminaba las verrugas y que su bálsamo no curaba la tisis. Pero tiene que venderlo, tiene que intentar que se lo compren los ciudadanos, tiene que intentar que parezca que no va a pasar nada cuando todos sabemos que pasará, que ya está pasando.
Cuando todos vemos que las empresas ya empiezan a intentar eludir los traslados cuando estos traen o llevan al enfermo a otra comunidad autónoma para cargar eso coste sobre otros y así no asumirlo ellos, que las ambulancias ya llevan menos dotación que el ejercicio anterior, que hay menos de guardia, que los traslados programados se hacen menos puntuales.
Y es entonces cuando para terminar de convencer al respetable, Santa Dolores del Recorte, se yergue en la parte de atrás de su carromato y lanza el humo sulfuroso que desviará definitivamente nuestra atención, que le permitirá que todos corran a hacer cola para comprar extasiados su remedio milagroso: afirma que no habrá problema porque las ambulancias "aunque sean menos, serán más eficientes".
Y es entonces cuando pasa de buhonera directamente a maga arcana, cuando sus recortes pasan de ser un juego de manos a un milagro divino.
Porque por muy eficientes que sean las ambulancias, por mucho que se mejoren sus equipos y se preparen sus dotaciones, incluso aunque se las tuneara, como hacen los macarras motorizados de las pelis para que sus motores quemaran ese combustible que hace volar sus coches, hay algo que no nunca van a tener: el don de la ubicuidad.
Y solamente puede considerarse como un milagro divino que una ambulancia pueda estar en dos sitios a la vez. Aunque sea más eficaz para salvar la vida que depende de la primera llamarada, si no hay una segunda ambulancia para responder a la segunda llamada, dará igual lo eficaz y preparada que esté la primara. 
Una persona no recibirá asistencia, una persona morirá.
En este caso y sin que sirva de precedente el tamaño no importa. Pero la cantidad sí.
Quizás sea para conseguir del altísimo ese milagro de la ubicuidad para sus recortados servicios de traslado sanitario de urgencia para lo que Santa María Dolores tira tanto de peineta y procesión del Corpus Christi.
Y esa es la venta de buhonero andante que Cospedal propone a Castilla La Mancha, así que, si al final se cierran las urgencias rurales, los habitantes de esos entornos no tendrán atención en sus pueblos y cercanías y no tendrán asegurado un transporte sanitario de urgencia porque las ambulancias que iban a sustituirlo también han sido recortadas.
Cospedal tendrá sus millones para dárselos a la empresa en la que por esas feches figure su esposo o al banco que tenga que proteger para que siga sufragando sus campañas electorales y el ámbito rural Castilla La Mancha tendrá que volver a recurrir a la suerte y la plegaria para salvar la vida en una urgencia sanitaria.
Afortunadamente, los tiempos cambian y al parecer ni jueces, ni profesionales, ni pacientes están ya por la labor de comprar a los buhoneros remedios milagrosos ni intervenciones divinas, aunque sean presidentas de la comunidad.
Debe ser el perverso influjo pagano de la Sanidad Pública.

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