Esta popular forma de definir
la manifiesta imposibilidad de determinadas situaciones es quizás la única
forma plausible de definir la última venta ambulante con respecto a la Sanidad
Pública que planea realizar la santa patrona del recorte, María Dolores de
Cospedal, ante los atónitos ojos de los ciudadanos del entorno rural de
Castilla La Mancha.
Y lo de ambulante nunca mejor dicho
por dos motivos. Primero porque la virgen purísima de la austeridad cicatera e
ideológica actúa como un antiguo buhonero de esos que recorrían los caminos
cantando a los cuatro vientos las propiedades milagrosas de sus remedios y
ungüentos. Y segundo porque afecta precisamente a eso, a las ambulancias.
Quizás sea porque tiene
permanentemente puesto un ojo en Génova, 13 y en algunos periódicos por si
aparecen más apuntes "sobrecogedores" con su nombre o quizás sea
porque anda rala de memoria, pero la presidenta castellano manchega se olvida
de sus propias palabras, las arroja al baúl donde se esconde todo aquello que
no conviene ser recordado y le mete el tajo por lo sano a uno de los elementos
más sensibles de todo sistema público de salud: las ambulancias de traslados de
urgencia y programados.
Cuando quiso empezar por lo grande
y decretó el cierre de las urgencias nocturnas rurales tiró de ellas para
justificarlo. Según ella con las ambulancias era suficiente, con trasladar al
enfermo con celeridad a un centro sanitario cercano todo el mundo podía dormir
tranquilo. Entonces las ambulancias eran necesarias, eran imprescindibles.
Pero debe ser que, como el Tribunal
Superior de Justicia de Castilla La Mancha no se lo cree demasiado, como ha
suspendido cautelarmente ese medida para evitar males mayores mientras decide
si es legal o no, Santa Dolores de Cospedal, se siente incómodo, le entra el
gusanillo del recorte, el sarpullido atroz de la austeridad y la emprende con
las ambulancias, justo con aquello que se suponía que iba a garantizar la
asistencia de urgencia.
De un plumazo retira a las empresas
concesionarias del servicio 20 millones de euros y estas, que como son privadas
y empresas están en esto para ganar dinero, no lo olvidemos, reaccionan
echando a la calle a 150 profesionales para intentar mantener sus márgenes de
beneficio.
Y Cospedal se siente satisfecha,
tan satisfecha que se lava las manos y considera que esa reducción y los
problemas que acarree es un “asunto
laboral entre las empresas y los trabajadores”, que no tiene por qué
afectar al servicio.
Sus artes de buhonera trashumante
alcanzan todo su esplendor cuando pretende vender esto a los ciudadanos.
¿De verdad cree que la eliminación
de un 20 por ciento de la plantilla de los que se encargaban del traslado
médico de urgencia no afectara al servicio?, ¿de verdad está segura, por mucho
que lo pregone por doquier, que restar 20 millones de euro a los concesionarios
de esos servicios no hará que reparen en gastos de mantenimiento o de
reposición de los equipos, en modernización de las ambulancias o en formación
continuada de aquellos que las ocupan?
Claro que no, como el buhonero
sabía perfectamente que su mejunje no eliminaba las verrugas y que su bálsamo
no curaba la tisis. Pero tiene que venderlo, tiene que intentar que se lo
compren los ciudadanos, tiene que intentar que parezca que no va a pasar nada
cuando todos sabemos que pasará, que ya está pasando.
Cuando todos vemos que las empresas
ya empiezan a intentar eludir los traslados cuando estos traen o llevan al
enfermo a otra comunidad autónoma para cargar eso coste sobre otros y así no
asumirlo ellos, que las ambulancias ya llevan menos dotación que el ejercicio
anterior, que hay menos de guardia, que los traslados programados se hacen
menos puntuales.
Y es entonces cuando para terminar
de convencer al respetable, Santa Dolores del Recorte, se yergue en la parte de
atrás de su carromato y lanza el humo sulfuroso que desviará definitivamente
nuestra atención, que le permitirá que todos corran a hacer cola para comprar
extasiados su remedio milagroso: afirma que no habrá problema porque las
ambulancias "aunque sean menos,
serán más eficientes".
Y es entonces cuando pasa de
buhonera directamente a maga arcana, cuando sus recortes pasan de ser un juego
de manos a un milagro divino.
Porque por muy eficientes que sean
las ambulancias, por mucho que se mejoren sus equipos y se preparen sus
dotaciones, incluso aunque se las tuneara, como hacen los macarras motorizados
de las pelis para que sus motores quemaran ese combustible que hace volar sus
coches, hay algo que no nunca van a tener: el don de la ubicuidad.
Y solamente puede considerarse como
un milagro divino que una ambulancia pueda estar en dos sitios a la vez. Aunque
sea más eficaz para salvar la vida que depende de la primera llamarada, si no
hay una segunda ambulancia para responder a la segunda llamada, dará igual lo
eficaz y preparada que esté la primara.
Una persona no recibirá asistencia,
una persona morirá.
En este caso y sin que sirva de
precedente el tamaño no importa. Pero la cantidad sí.
Quizás sea para conseguir del
altísimo ese milagro de la ubicuidad para sus recortados servicios de traslado
sanitario de urgencia para lo que Santa María Dolores tira tanto de peineta y
procesión del Corpus Christi.
Y esa es la venta de buhonero
andante que Cospedal propone a Castilla La Mancha, así que, si al final se
cierran las urgencias rurales, los habitantes de esos entornos no tendrán
atención en sus pueblos y cercanías y no tendrán asegurado un transporte
sanitario de urgencia porque las ambulancias que iban a sustituirlo también han
sido recortadas.
Cospedal tendrá sus millones para
dárselos a la empresa en la que por esas feches figure su esposo o al banco que
tenga que proteger para que siga sufragando sus campañas electorales y el
ámbito rural Castilla La Mancha tendrá que volver a recurrir a la suerte y la
plegaria para salvar la vida en una urgencia sanitaria.
Afortunadamente, los tiempos
cambian y al parecer ni jueces, ni profesionales, ni pacientes están ya por la
labor de comprar a los buhoneros remedios milagrosos ni intervenciones divinas, aunque sean presidentas
de la comunidad.
Debe ser el perverso influjo pagano de la
Sanidad Pública.
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