Hay mitos que se reproducen de
generación en generación sin una explicación lógica. El efímero y reiterado
arte humano de intentar modificar la realidad con la voluntad hace que
determinadas creencias se repitan una y otra vez como una letanía ignorando el
empirismo cotidiano que las desmonta una y otra vez. Como si el mero hecho de
convertir una mentira en una letanía tuviese el mágico y arcano poder de
transformarla en una verdad incuestionable.
Y eso funciona hasta que un simple
hecho, apenas perceptible, apenas relevante para la civilización en su
conjunto, hace que ese mito se descomponga en polvo entre nuestros dedos, como
los restos de un cadáver viejo, como los granos de la arcilla que forman la anatomía
de los dioses antiguos.
Y uno de esos mitos repetidos hasta la
saciedad en esta sociedad nuestra disfrazada de civilización supuestamente
imperecedera, una de las condiciones que modela el alma económica liberal
capitalista, ahora muerta y congelada, del mundo occidental atlántico es el
mantra de que la competencia genera beneficios y mejoras para el receptor de
los servicios, para el cliente.
El Gobierno de Don Mariano manostijeras
y toda su corte de podadores profesionales a tiempo completo persisten en su
continua advocación a ese principio, insisten en su ensalmo salvador, pero un
simple hecho, uno pequeño, ha demostrado que ese principio no funciona, que no
puede funcionar: una persona que estuvo a punto de morir ha tardado 21 días en
ser trasladada en una ambulancia.
¿Cuál ha sido el motivo?
Se podrá decir que son los recortes
sanitarios a los que Moncloa y todas las sedes de gobierno autonómicas están
sometiendo al sistema sanitario público español de un extremo a otro de la rosa
de los vientos hispana. Y no será falso. No lo será, pero le faltará un matiz.
No han sido solamente los recortes. Ha
sido la competencia que imponen esos recortes.
Porque durante tres semanas dos
administraciones sanitarias, la de Castilla - La Mancha y la Comunitat
Valenciana han porfiado, luchado, regateado, en definitiva, competido, por
librarse de ese cargo, de ese apunte en su cuenta de gastos y eso puede que
haya repercutido positivamente en la cruzada de ahorro emprendida por el
Gobierno para sustraer a la sociedad el dinero suficiente para pagar su rescate
a las entidades financieras pero, desde luego, no ha sido positivo para un
hombre hospitalizado en un centro sanitario de Toledo que debía ser trasladado
e Valencia, después de haber sufrido un infarto cerebral.
Y el caso de José Gil, un grano de
arena más en el engranaje de justificaciones grandilocuentes que este gobierno
ha puesto en marcha para sus recortes, demuestra que los recortes no solamente
nos roban la sociedad y el futuro a los que los sufrimos, sino que les roban
los mitos ideológicos a aquellos que se esconden tras ellos para disfrazar de
necesidad unas decisiones que solamente son producto de su pensamiento político
elitista, monetarista y antisocial.
Porque la competencia furibunda entre
la Santa Dolores de Cospedal, patrona del recorte, y Alberto Fabra, Máximo
adalid del cargo a la sociedad de los costes del gasto de su manirroto
predecesor, lejos de beneficiar a nadie, ha perjudicado a alguien que
necesitaba un servicio que estaban obligados a darle.
Porque la competencia entre las
administraciones por ajustarse a los pírricos presupuestos que les han
impuestos sus gobernantes para cubrir los agujeros dinerarios generados por la
gestión política y bancaria de dos generaciones de gestores bancarios
temerarios y de políticos corruptos nunca puede beneficiar a los receptores de
los servicios que recortan.
No lo hace en Toledo con un traslado
sanitario, no lo hace en León donde cinco administraciones se pasaron la patata
caliente del gasto en servicios sociales de una madre y su hija hasta que la
patata se enfrío con la muerte de ambas, no lo hace en Valencia donde la
comunidad autónoma envía a las madres de un colegio al negocio del erotismo por
negarles un simple autobús escolar, no lo hace en Madrid donde han sido
necesarios dos meses de lucha para evitar el cierre de un hospital
absolutamente necesario, no lo hace en Canarias donde gobierno autonómico y
ministerio de Sanidad porfían por el coste de la atención a los enfermos
crónicos. No lo hace en ningún sitio.
Un simple hecho, un simple gasto de
1.300 euros, desmonta toda la mítica competencia beneficiosa para el cliente,
impuesta como creencia inalienable en la economía capitalista. Así de sencillo.
Los dos axiomas del gobierno económico
liberal capitalista se anulan entre sí, no se pueden intentar ejecutar de forma
simultánea.
No se puede contener y recortar el
gasto público al mismo tiempo que se encumbra la competencia como ideal de
desarrollo de los servicios públicos, condenados al más salvaje darwinismo para
su supervivencia.
Puede que por separado ambos conceptos
tengan su nicho en la estructura económica y social. Es posible que la competencia
sea aplicable cuando la bonanza hace que haya dinero público disponible para
repartir, cuando se tenga garantizado que el gasto producido para la mejora de
servicios en esa competencia, pero mientras no haya recursos, mientras estos se
recorten a límites absurdos, ninguna competencia entre administraciones genera
beneficios para los que reclaman y necesitan sus servicios.
Puede que en el ámbito privado sea
favorable para lograr bienes y servicios más baratos. Pero mientras esa
competencia no está contenida por una legislación laboral justa, por una
legislación fiscal sólida en lo recaudatorio y firme en lo impositivo, no
generará ningún beneficio para los consumidores porque los precios seguirán
creciendo al mismo ritmo que los márgenes de beneficio de los inversores y
capitalistas y el número de personas que esté en condiciones de acceder a sus
productos disminuirá al mismo ritmo que crecerá el desempleo, la precariedad y
la contención -o incluso congelación salarial-.
Así que los recortes y la competencia
se anulan entre sí.
Si, por separado son cuestionables y parcialmente inútiles,
juntos son completamente inviables y el ejemplo perfecto de que los mitos
responden a la voluntad y el deseo de los que los crean y los repiten de generación en generación, pero nunca a la realidad.
Y eso lo demuestra una simple pelea de
bar entre Fabra y Cospedal por el precio de una ambulancia que cubra el
trayecto entre Toledo y Valencia.
Puede que Mariano Rajoy y Ana Mato no
consigan pasar a la historia universal con ese simple hecho que ha puesto en jaque durante 21 días a un paciente.
Pero es seguro que Cristóbal Montoro y
Luis de Guindos serán estudiados en los libros de economía de generaciones
venideras como los primeros que demostraron que los principios del liberar
capitalismo eran inaplicables y simples mitos olímpicos, como la
invulnerabilidad de Aquiles o de la capacidad metamórfica de Zeus.
Que los recortes son el equivalente al
talón vulnerable del mito aqueo y la competencia entre administraciones es el
remedo moderno del engaño continuo que suponen los constantes cambios de forma
de la deidad griega.
Una debilidad y un engaño que juntos
no pueden tener lugar en el mundo real.
Quizás en el Hades, donde todo ya está
muerto y no le importa seguir estándolo, sí. Pero no en una sociedad que quiera
avanzar hacia el futuro.
4 comentarios:
¿Y no tendrá también, pienso yo en mi total ignorancia, mucha culpa la estúpida división hasta el infinito de servicios que debían ser generales como la sanidad, la educación, la lucha contra los incendios forestales y miles de cosas más, que nos empeñamos en dividir y dividir en consejerias, concejalías, autonomías, secretarías y subsecretarías? ¿no sería mejor centralizar en determinados casos?
Podría ser.
Pero piensa algo: si no pelearan por no gastar se producira duplicidad de servicios -que también es malo- que supondría ineficacia (por ejemplo, se hubieran presentado dos ambulancias o no se hubiera presentado ninguna y luego dos)pero no originaria que ninguno quisiera hacerse cargo de ellos y se pelearan para no llevarlo a cabo.
Si, pero si estos servicios estuvieran centralizados (algo similar a lo que ha pasado con el 112 en Madrid) creo que todo esto se solucionaría mucho mejor, a pesar que esto de la "centralización" parece que es lo peor de lo peor, pero en estos casos...
Son dos comunidades distintas. No la centralización de servicios en una sola comunidad.
Si estuvieran centralizados de forma estatal (que sería la única manera de centralizar Valencia y Castilla La Mancha) simplemente se hubieran negado para cumplir con sus recortes y la familia hubiera tenido que pagar la ambulancia.
Así lo veo.
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