Toda política pequeña, merece una referencia pequeña y por tanto un post pequeño. Así que esto será breve –al menos más breve de lo habitual-.
Perdido el gran eje de sus oposiciones y quejas, demorado o desactivado el simbionte político que hacia engordar sus sufragios y engrandecer sus discursos, la digna y egregia oposición que comanda Mariano Rajoy se ha visto abocada a la política pequeña. Quizás porque no haya otra que hacer o quizás porque sus principios no dan para más.
Desactivada la pelea por el quítame allá esos terrorismos independentistas y el recurso al “yo soy más español que tu”, al PP, ese partido político de banderas y estandartes, de himnos y lagrimas de emoción al ver ondear la enseña patria, sólo le queda la nieve.
Nieva en España –su España, no lo olvidemos- y el principal partido de la oposición se lanza a un aguerrido ataque. Como si la esencia nacional estuviera pendiente de ello, se critica a Fomento, al Instituto de Meteorología, a la Dirección General de Carreteras, a Aviación Civil y se piden dimisiones en cascada hasta llegar al propio Presidente del Gobierno. Y esoque nieva en enero y no en agosto, porque todos sabemos que no existe el cambio climático -que a Rajoy se lo ha dicho un primo suyo-.
Se rasgan las vestiduras –no demasiado, que la temperatura está bajo cero- porque se cancelan vuelos en Barajas, como si eso no ocurriera en Munich, Moscú, Nueva York o Manchester cuando las níveas precipitaciones aparecen. Se mesan los cabellos porque el Gobierno no responde con prontitud a la nieve, poniendo incluso en entredicho a sus propio políticos, la soberana madrileña Esperanza –“la” Aguirre, no la virtud teologal- y el caudillo levantino Camps, que son los que son directamente responsables de la Protección Civil y el mantenimiento de infraestructuras en sus comunidades.
En fin, que desde Dolores de Cospedal hasta Mariano Rajoy se lanzan a los gélidos inviernos políticos cargados del calor de sus justas quejas y de sus oposiciones grandilocuentes, sin darse cuenta que el lenguaje, las peticiones –lo siento, las exigencias- y los reproches no son propios de la situación.
Perdido el gran eje de sus oposiciones y quejas, demorado o desactivado el simbionte político que hacia engordar sus sufragios y engrandecer sus discursos, la digna y egregia oposición que comanda Mariano Rajoy se ha visto abocada a la política pequeña. Quizás porque no haya otra que hacer o quizás porque sus principios no dan para más.
Desactivada la pelea por el quítame allá esos terrorismos independentistas y el recurso al “yo soy más español que tu”, al PP, ese partido político de banderas y estandartes, de himnos y lagrimas de emoción al ver ondear la enseña patria, sólo le queda la nieve.
Nieva en España –su España, no lo olvidemos- y el principal partido de la oposición se lanza a un aguerrido ataque. Como si la esencia nacional estuviera pendiente de ello, se critica a Fomento, al Instituto de Meteorología, a la Dirección General de Carreteras, a Aviación Civil y se piden dimisiones en cascada hasta llegar al propio Presidente del Gobierno. Y esoque nieva en enero y no en agosto, porque todos sabemos que no existe el cambio climático -que a Rajoy se lo ha dicho un primo suyo-.
Se rasgan las vestiduras –no demasiado, que la temperatura está bajo cero- porque se cancelan vuelos en Barajas, como si eso no ocurriera en Munich, Moscú, Nueva York o Manchester cuando las níveas precipitaciones aparecen. Se mesan los cabellos porque el Gobierno no responde con prontitud a la nieve, poniendo incluso en entredicho a sus propio políticos, la soberana madrileña Esperanza –“la” Aguirre, no la virtud teologal- y el caudillo levantino Camps, que son los que son directamente responsables de la Protección Civil y el mantenimiento de infraestructuras en sus comunidades.
En fin, que desde Dolores de Cospedal hasta Mariano Rajoy se lanzan a los gélidos inviernos políticos cargados del calor de sus justas quejas y de sus oposiciones grandilocuentes, sin darse cuenta que el lenguaje, las peticiones –lo siento, las exigencias- y los reproches no son propios de la situación.
No se dan cuenta de que para atacar en la pequeña política y a la pequeña política – y resulta difícil encontrar hoy en día una política más pequeña que Magdalena Álvarez- hay que mantener las proporciones.
Hace tiempo se acusaba al Partido Popular de no saber hacer política de Estado, es decir, gran política, pero la nieve, post navideña y por tanto aconfesional como el Estado –esto no hubiera pasado con el nacional catolicismo cuando nevaba en navidad, ¡como dios manda!-, ha demostrado que, privado del terrorismo y de statuts desmoronadores de la identidad nacional, el PP tampoco sabe hacer pequeña política. La política de las nieves.
Menos mal que les queda la Iglesia, que los abertzales han creado un nuevo partido y que el Lehendakari vasco sigue en sus trece con eso de la consulta popular.
Así podrán volver a lo único que creen que saben hacer. Harán el ridículo igual pero se sentirán más cómodos.
Hace tiempo se acusaba al Partido Popular de no saber hacer política de Estado, es decir, gran política, pero la nieve, post navideña y por tanto aconfesional como el Estado –esto no hubiera pasado con el nacional catolicismo cuando nevaba en navidad, ¡como dios manda!-, ha demostrado que, privado del terrorismo y de statuts desmoronadores de la identidad nacional, el PP tampoco sabe hacer pequeña política. La política de las nieves.
Menos mal que les queda la Iglesia, que los abertzales han creado un nuevo partido y que el Lehendakari vasco sigue en sus trece con eso de la consulta popular.
Así podrán volver a lo único que creen que saben hacer. Harán el ridículo igual pero se sentirán más cómodos.
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