Quizás sea porque nieva en Madrid y eso me recuerda a esas terribles imágenes de gente sobreviviendo como puede con gorros de astracán -cuando el astracán era barato y comunal en Rusia- y abrigos tan gruesos que les impedían casi el moviento o quizás sea porque cuando pongo la mano en el radiador todavía está caliente. Sea por lo que fuere hoy me ha dado por escribir de algo tan porsaico como el gas.
Se puede decir que una pluma demoniaca no debería detenerse en estos menesteres cuando Gaza lleva trece días ardiendo por mor de la intransigencia hebrea y el sectarísmo yihadista; se puede decir que esas pestilencias que la presión ha acumulado bajo tierra a lo largo de milenios son algo relativamente banal cuando la sangía sigue en Irak o cuando no se atisba solución para los múltiples conflictos que sacuden el orbe.
Y es cierto el gas es algo prosaico y banal... cuando se tiene.
Pero Rusia y Ucrania se han empeñado en que no tengamos o, para ser más exactos, en que Europa no lo tenga, por lo menos la parte de Europa que no es lo suficientemente occidental y poderosa como para guardar reservas de ese preciado vapor que mueve y calienta gran parte del mundo.
Podemos quejarnos, podemos sentir una profunda conmiseraciíon por los habitantes de Bosnia, Croacia, Eslovenia, la República Checa o Eslovaquia que ya han tenido que dar un salto de fe involucionista y recurrir de nuevo al carbón y a la madera. E incluso podemos reducir nuestra visión hasta hacerla pasar por el ojo de la aguja de culpar a los enardecidos egos de Vladimir Putin y Viktor Yúshenko como causantes de esta situación.
Pero lo que no podemos eludir es el hecho de que por mas causas, conmiseraciones y quejas que planteemos, este es el producto de la política de los gobiernos de occidente.
Ucrania y Rusia son dos monstruos -por lo que respecta a sus gobiernos y a sus personalisimas presidencias- pero son dos monstruos que hemos creado nosotros.
Rusia no le vende gas a Ucrania por un simple hecho: porque no la da la gana.
Igual que Estados Unidos, Canadá o La India no les vendía grano a ellos cuando tenían hambre -hambres soviéticas y comunales, eso si-; igual que Europa no le vendía medicinas o combustible a Cuba o igual que Ameríca y Europa no le venden armas o comida a Iran o Irak desde hace lustros. Hemos llevado a Rusia al libre mercado y ellos lo ejercen con la misma impasibidad comercial -algo más fría, eso sí- con la que la que lo hemos desarroolado nosostros desde el siglo XIX.
Los puristas dirán que en realidad Rusia no le vende gas a Ucrania - o para ser exactos Gazprom no le vende gas a Ucrania- porque el gobierno ruso no quiere que Ucrania forme parte del Pacto Atlántico,nombre más amorfo y menos reminiscente que la antigua OTAN. Así que cambiaré mi frase: Rusia no le vende gas a Ucrania porque no le da la gana venderle gas a alguien que forme parte del Pacto Atlántico.
La matización parece que cambia las cosas, pero no es así. Si occidente ha podido no vender a la URSS o a Cuba porque no quería que fueran comunistas; de no vender a Irak porque no quería que fuera una dictadura contraria a su forma de ver el mundo; de no vender a Irán por ser un régimen chiíta o de intentar no vender a Venezuela porque se negaba a venderles su petróleo más barato, Rusia puede hacer lo mismo y nosostros no tenemos nada que decir.
Y además de no tener nada que decir no podemos hacerlo porque nosotros vendemos a China pese a ser una dictadura y pese a ser comunista; hemos vendido a Argentina y a Chile cuando eran dictaduras; vendemos y venderemos armas de todo tipo y calado a Arabia Saudita, Oman o Yemen pese a ser régimenes donde se aplica en ocasiones la ley coránica más estricta; comerciamos con Israel pese a estar sometiendo a un progomo en capítulos a los habitantes de Palestina y así una lista interminable de excepciones y contra excepciones a la supuestamente sacrosanta ley del libre comercio.
Así que, si se puede vender a unas dictaduras sí y a otras no, a unos regímenes teocráticos agresivos sí y a otros no , a unos déspotas sí y a otros no, la conclusión que ha sacado Rusia es tan aparente como lógica: puedo no venderle gas a Ucrania porque no me da la gana. Luego buscaré una excusa.
Pero Rusia tiene el problema de que el gas que vende a otros que no son Ucrania tiene que pasar por los oloductos de ese territorio que, como no cabría esperar de otra manera, son propiedad de Ucrania -o para ser más exactos de Naftogaz, una empresa ucraniana tan independiente del poder político de su gobierno como lo es Gazprom del ruso-.
De manera que Ucrania decide quedarse con el gas que necesita por el simple y mero hecho de que lo necesita. Da igual que no lo haya pagado, da igual que otros países se queden a dos velas -o a dos estufas de carbón, dado el caso- porque ella se lo quede. El gas pasa por su territorio y lo necesita así que tiene derecho a quedárselo.
De nuevo nos rasgamos las vestiduras de la opinión y la teoría y nos atrevemos a cuestionar esta perversa -al menos en apariencia- justificicación del latrocinio más impresentable. Pero de nuevo volvemos a fallar.
¿Qué hace Estados Unidos cuando sus reservas de petroleo disminuyen porque China compra más combustible, Venezuela se niega a vendele ni un barril y la OPEP se niega a aumentar la producción? Elije un país más o menos enemigo y lo invade.
¿Qué hace Israel cuando su población crece a pasos agigantados en virtud de la política de repatriciaón masiva -el principio fundamental del sionismo político- y su territorio no la puede alimentar ni albergar? Pone su vista sobre los Altos del Golan, toda Palestina y incluso el Líbano y se limita a cogerlo. Si hay que expulsar o, ya puestos, exterminar a los que allí viven, pues se hace y ya está. No vamos a andarnos con menudencias.
¿Que hace Hugo Chavez cuando su país necesita liquidez? Amenaza con nacionalizar bancos ¿Que hace Europa cuando ve peligrar su sumistro de gas en Bolivia, dicho sea de paso por una nacionalización de Evo Morales que responde al mismo criterio de "lo mío es mio"? Pues bloquea, amenaza e incluso financia una subleváción política y civil para intentar remover del poder al que bloquea el acceso a los bienes que necesita.
Con todo esto, que Ucrania decida quedarse con un gas que no es suyo, que han pagado otros y que no produce, simplemente porque lo necesita, no es el resultado de la perfidia ingente de sus gobernantes y los ejecutivos de sus empresas enérgeticas, es tan sólo el punto álgido del nacionalismo compulsivo que hemos alimentado durante cincuenta años para librarnos del bloque soviético, para impedir la Unión Árabe, para desalentar el Bloque de los países No Alineados durante la Guerra Fría...
En definiva, para lograr nuestros objetivos hemos fomentado lo que llamamos nacionalismos légitimos -entre los que no es encuentran los que nos vienen mal, como el palestino, el irlandés, el vasco o el catalán, ¡que, hata ahí podíamos llegar!- y ahora se vuelven contra nosotros. Para conseguir nuestros fines hemos hecho crecer el capitalismo librecambrista más salvaje y desmedido y lo hemos trasladado a paises -como Rusia y China- en los que tradicionalmente lo salvaje y desmedido es el pan nuestro de cada día.
Así que, ahora que los países balcánicos han tenido que mandar a los crios a casa para que no se mueran de frío en escuelas sin calefación; ahora que KIA y Citroen han tenido que paralizar su producción por falta de energía; ahora que media Europa recuerda el cerco de Stalingrado y recurre al sagrado calor del fuego de madera, no podemos quejarnos.
Mientras en Madrid nieva y nuestros radiadores aún están calientes, demos la bienvenida al último de nuestros hijos prodigos que regresa a casa mucho más crecido de lo que nunca pudimos imaginar cuando lo dimos a luz.
¡Saludemos al nuevo Nacional Capitalismo!
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