La decepción es una sensación que depende de las expectativas del sujeto y por tanto no es nunca achacable al que la provoca, sino al que la experimenta.
No es que me haya dado por crear citas a diestro y siniestro de repente, ni tampoco este post es parte de El Occidente Incólume -hoy le dejaremos descansar-. Aunque no lo parezca, esto va de política, de políticos y de relaciones internacionales. Esto va de Obama, de Marcos, de Israel, de la lucha armada... Esto va del mundo.
El subcomandante Marcos, ese espartaco mexicano que se cansó de esperar que la historia y la razón hicieran su trabajo con los indios de Chiapas, afirma que Obama, el futuro líder del único país que concibe la libertad propia como un derecho aunque choque con la libertad ajena, es una decepción porque no rechaza el uso de la fuerza en Gaza.
Vaya por delante que lo que hizo y hace el subcomandante en Chiapas me resulta admirable. No digo que él sea admirable, porque para mi no hay personas admirables sino actos admirables y por tanto sólo la suma de un acto admirable tras otro puede originar que un individuo en concreto alcance esa definición. Pero pese a lo admirable de los actos de Marcos, se me antoja que en esa frase, en esa expresión, se equivoca por dos motivos: por incoherencia y por falsas expectativas.
Se equivoca por incoherencia porque su decepción parte de alguien que ha utilizado la fuerza y la fuerza armada para defender sus principios. Independientemente de que tenga razón o no –en su caso, hay motivos más que de sobra para pensar que la tenía-, el subcomandante de Chiapas recurrió a la fuerza, se armó y se lanzó a la guerrilla armada ¿Por qué lo hizo si consideraba que la fuerza no es aceptable?
¿Se otorgó el nombre y el rango de viceministro, de subsecretario, de vicepresidente? La respuesta es no. Se confirió el rango de subcomandante –cuando menos curioso- lo que implica que formaba parte de un ejército y, por simple y mera definición de ejército, ello lleva aparejado que acepta como legítimo el uso de la fuerza.
Este mundo está acostumbrado al pacifismo que denosta la lucha armada y la reacción armada bajo cualquier concepto y, si Marcos fuera uno de esos ideólogos de la paz sin armas, su decepción sería justificada y lógica. Pero siendo un guerrero –en el sentido menos mitológico de la palabra-, no es otra cosa que incoherencia.
Porque incoherente sería defender que Obama debe estar en contra del empleo de la fuerza cuando él, como guerrillero y luchador, nunca se ha mostrado en contra del empleo de dicha herramienta para conseguir sus objetivos.
Decir que Israel no tiene derecho a utilizar la fuerza contra Hamás puede quedar muy bonito en los papeles; puede resultar impactante en unas declaraciones públicas o puede hacernos dormir mejor con nosotros mismos cuando nos acostamos tras contemplar el horror de lo que está ocurriendo en Gaza. Pero, lamentablemente, no es cierto.
Israel, sus halcones y sus josués teocráticos no tienen derecho a incumplir once resoluciones de Naciones Unidas, no tienen derecho a invadir territorios que no les pertenecen; no tienen derecho a masacrar a un pueblo entero sólo porque su dios cometió el error geopolítico de prometerles antaño una tierra que ya estaba ocupada por otros y no tienen derecho a desencadenar un progromo simplemente porque les viene bien en tiempo y forma.
Del mismo modo, Hamás no tiene derecho a lanzar setenta cohetes en un sólo día porque alguien invada su tierra; no tiene derecho a cerrar un territorio y declarar un gobierno islámico ilegal en la franja de Gaza porque tengan la fuerza para hacerlo y no tiene derecho a enviar niños suicidas a la muerte porque se hayan saltado un par de líneas al leer los escritos de su profeta.
Si decimos eso puede que estemos en la realidad. Defender cualquier otra cosa sería tan absurdo como pretender que las divisiones de infantería acorazada americanas tenían derecho a disparar en Las Ardenas pero la Bermach alemana no tenía derecho a repeler el fuego.
Israel puede cazar a todo Hamás – o al menos intentarlo- aunque ellos hayan sido los que empezaron el conflicto en 1949 y Hamás tiene derecho a matar a todo soldado israelí que se cruce en su camino simplemente porque son sus enemigos. Y ambos tienen ese derecho porque están en guerra. La guerra es una pérdida de la razón pero no de la lógica, así que de nada sirve preguntar quién tiene razón en una guerra y no se puede pretender que sólo el que tiene razón tiene derecho a usar la fuerza.
Tal y como funciona la dinámica diplomática de las armas, no tener razón no te quita el derecho a una guerra. Te priva del derecho a ganarla.
¿Israel puede usar la fuerza contra Hamás? La respuesta es si. ¿Israel puede convertir Gaza en un campo de exterminio? La respuesta es no.
No es que me haya dado por crear citas a diestro y siniestro de repente, ni tampoco este post es parte de El Occidente Incólume -hoy le dejaremos descansar-. Aunque no lo parezca, esto va de política, de políticos y de relaciones internacionales. Esto va de Obama, de Marcos, de Israel, de la lucha armada... Esto va del mundo.
El subcomandante Marcos, ese espartaco mexicano que se cansó de esperar que la historia y la razón hicieran su trabajo con los indios de Chiapas, afirma que Obama, el futuro líder del único país que concibe la libertad propia como un derecho aunque choque con la libertad ajena, es una decepción porque no rechaza el uso de la fuerza en Gaza.
Vaya por delante que lo que hizo y hace el subcomandante en Chiapas me resulta admirable. No digo que él sea admirable, porque para mi no hay personas admirables sino actos admirables y por tanto sólo la suma de un acto admirable tras otro puede originar que un individuo en concreto alcance esa definición. Pero pese a lo admirable de los actos de Marcos, se me antoja que en esa frase, en esa expresión, se equivoca por dos motivos: por incoherencia y por falsas expectativas.
Se equivoca por incoherencia porque su decepción parte de alguien que ha utilizado la fuerza y la fuerza armada para defender sus principios. Independientemente de que tenga razón o no –en su caso, hay motivos más que de sobra para pensar que la tenía-, el subcomandante de Chiapas recurrió a la fuerza, se armó y se lanzó a la guerrilla armada ¿Por qué lo hizo si consideraba que la fuerza no es aceptable?
¿Se otorgó el nombre y el rango de viceministro, de subsecretario, de vicepresidente? La respuesta es no. Se confirió el rango de subcomandante –cuando menos curioso- lo que implica que formaba parte de un ejército y, por simple y mera definición de ejército, ello lleva aparejado que acepta como legítimo el uso de la fuerza.
Este mundo está acostumbrado al pacifismo que denosta la lucha armada y la reacción armada bajo cualquier concepto y, si Marcos fuera uno de esos ideólogos de la paz sin armas, su decepción sería justificada y lógica. Pero siendo un guerrero –en el sentido menos mitológico de la palabra-, no es otra cosa que incoherencia.
Porque incoherente sería defender que Obama debe estar en contra del empleo de la fuerza cuando él, como guerrillero y luchador, nunca se ha mostrado en contra del empleo de dicha herramienta para conseguir sus objetivos.
Decir que Israel no tiene derecho a utilizar la fuerza contra Hamás puede quedar muy bonito en los papeles; puede resultar impactante en unas declaraciones públicas o puede hacernos dormir mejor con nosotros mismos cuando nos acostamos tras contemplar el horror de lo que está ocurriendo en Gaza. Pero, lamentablemente, no es cierto.
Israel, sus halcones y sus josués teocráticos no tienen derecho a incumplir once resoluciones de Naciones Unidas, no tienen derecho a invadir territorios que no les pertenecen; no tienen derecho a masacrar a un pueblo entero sólo porque su dios cometió el error geopolítico de prometerles antaño una tierra que ya estaba ocupada por otros y no tienen derecho a desencadenar un progromo simplemente porque les viene bien en tiempo y forma.
Del mismo modo, Hamás no tiene derecho a lanzar setenta cohetes en un sólo día porque alguien invada su tierra; no tiene derecho a cerrar un territorio y declarar un gobierno islámico ilegal en la franja de Gaza porque tengan la fuerza para hacerlo y no tiene derecho a enviar niños suicidas a la muerte porque se hayan saltado un par de líneas al leer los escritos de su profeta.
Si decimos eso puede que estemos en la realidad. Defender cualquier otra cosa sería tan absurdo como pretender que las divisiones de infantería acorazada americanas tenían derecho a disparar en Las Ardenas pero la Bermach alemana no tenía derecho a repeler el fuego.
Israel puede cazar a todo Hamás – o al menos intentarlo- aunque ellos hayan sido los que empezaron el conflicto en 1949 y Hamás tiene derecho a matar a todo soldado israelí que se cruce en su camino simplemente porque son sus enemigos. Y ambos tienen ese derecho porque están en guerra. La guerra es una pérdida de la razón pero no de la lógica, así que de nada sirve preguntar quién tiene razón en una guerra y no se puede pretender que sólo el que tiene razón tiene derecho a usar la fuerza.
Tal y como funciona la dinámica diplomática de las armas, no tener razón no te quita el derecho a una guerra. Te priva del derecho a ganarla.
¿Israel puede usar la fuerza contra Hamás? La respuesta es si. ¿Israel puede convertir Gaza en un campo de exterminio? La respuesta es no.
¿Barack Obama puede no rechazar el uso de la fuerza en el conflicto armado entre Hamás y el Estado de Israel? La respuesta es si. ¿Obama puede no rechazar que el uso de la fuerza degenere en un progromo sistemático de la población de Gaza? La respuesta debería ser no. Esperemos que él también lo piense.
Así que la decepción del subcomandante Marcos muestra un leve o grave pecado. Leve pecado de imprecisión, si se atribuye a una mala selección de los conceptos. Grave pecado de incoherencia si se debe a que defiende que él puede utilizar la fuerza y los demás deben rechazarla.
Si lo que defiende Marcos -al que no he dejado de admirar por sus acciones en Chiapas, porque yo soy de los que defiende que a los injustos sólo se les quita el poder cuando se les demuestra que eres más fuerte que ellos- es simplemente que éstá decepcionado porque creía que Obama iba a estar en contra del exterminio planificado de población civil, entonces su decepción es sólo una cuestión de falsas expectativas.
Así que la decepción del subcomandante Marcos muestra un leve o grave pecado. Leve pecado de imprecisión, si se atribuye a una mala selección de los conceptos. Grave pecado de incoherencia si se debe a que defiende que él puede utilizar la fuerza y los demás deben rechazarla.
Si lo que defiende Marcos -al que no he dejado de admirar por sus acciones en Chiapas, porque yo soy de los que defiende que a los injustos sólo se les quita el poder cuando se les demuestra que eres más fuerte que ellos- es simplemente que éstá decepcionado porque creía que Obama iba a estar en contra del exterminio planificado de población civil, entonces su decepción es sólo una cuestión de falsas expectativas.
Y es culpa suya por creer que Obama iba a ser diferente de lo que siempre han sido los líderes americanos, por creer que el hecho de que Barack Obama fuera negro, democráta o buena persona iba a pesar más que la opinión pública americana, la búsqueda de apoyos y las necesidades del imperio.
La decepción del luchador mexicano es culpa suya por imaginar que cuando el futuro presidente de Estados Unidos gritaba a los cuatro vientos "Yes, we can", ese "we" se refería al mundo y no esclusivamente a los estadounidenes.
En eso , a día de hoy, también espero que el subcomandante Marcos se equivoque.
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