miércoles, enero 14, 2009

La aritmética de reducir la cuenta a cero

Ya han muerto mil. Mil más en tan sólo 18 días. Es un auténtico récord. No figurará en el libro Guinnes, que se encarga de logros más banales y prosaicos, pero seguro que la enesima ofensiva israelí se encuentra muy alta en el negro ranking de las matanzas. Ya han superado la media diaria de los hutus y los tutsis en Ruanda. Hay que tener en cuenta que, aunque los chicos tribales se dedicaron durante cinco años a ello con verdadero entusiasmo, apenas contaban con armamento como dios manda -del que mata por centenares, quiero decir-, lo tenían que hacer a cuchillo, literalmente, y en algunas ocasiones los destinados a subir sus estadísticas tenían la poca decencia de huir -aunque no tenían sitios a los que ir- y la desfachatez de oponer resistencia.
Con un poco más de esfuerzo por su parte -que el entusiasmo se les presume, como a la Legión el valor- las tropas de Olmert se colocarán en lo alto del ranking. Si consiguen subir la media en los próximos 18 dias y alcanzan los 1.739 muertos, podrán decir con orgullo que son los principales masacradores de la historia igualando el ratio medio de los que les masacraron a ellos.
Ya no habrá nada que diferencie a un soldado israelí de uno de la Bermach en tiempos de Hitler. Por fín los chicos del Mossad podrán haber igualado sus cuentas con la Gestapo. Quizá eso les provoque la paz de espíritu. O quizás sólo la consigan cuando hayan exterminado al último árabe.
¿Suena desalmado hacer cuentas y establecer récords en el número de muertes?, ¿se antoja irrespetuoso comparar la ofensiva en Gaza con el exterminio judio en la Alemania -y la Europa- nazi? Mala suerte. Porque son los autores, o mejor dicho, los perpetradores de esta ofensiva los que han originado la comparación, no la pervesa mente de este diablo escribiente.
Aquellos, judios de religión o hebreos de raza, que creían que Israel era un Estado moderno; que esperaban que fuera capaz de demostrar que está por encima del medievalismo furioso y teocrático de los yihadistas; aquellos que creían que con Libano, El Valle de La Becah, Los Altos del Golan y Hezbollah habían aprendido la lección de que la única salida para Israel era la esxistencia de dos estados iguales en derechos, también han muerto en esta ofensiva.
Puede que sigan vivos, puede que a ellos no les afecten las bombas hebreas ni los misiles yihadistas, pero han muerto porque han visto que el estado israelí no parará hasta conseguir su objetivo y su objetivo no ha cambiado. Sigue siendo el exterminio.
Pueden comprenderse, aunque no compartirse, los argumentos que hacen que Israel opte por la lucha militar y no policial contra el terrorismo -eso mismo lo hace Estados Unidos-; pueden comprenderse, que no compartirse, las razones que dan para tender un muro alrededor de sus fronteras y comvertir su patria en un inmenso Ghetto, como los que construyeran otrora para ellos otros en Varsovia, Praga o Budapest -curiosamente, los estadounidenses están haciendo lo mismo con su frontera mexicana-; pueden comprenderse, que no compartirse, los criterios de seguridad que les hacen establecer arbitrariamente zonas de exclusión en Libano, Los Altos del Golan y Jericó -el paralelismo comienza a ser aburrido cuando se piensa en lo que Estados Unidos hizo en Cuba o hace en Irak o Corea del Norte-.
Pero todos esos argumentos, razones y criterios son baladís cuando un buen número de la población israelí otorga su voto a alguien como el ex vicepresidente Lieberman, que está reclamando el fin del progromo en Gaza de la forma más directa y urgente posible: es decir, utilizando armamento nuclear en la franja.
Todos esos argumentos, razones y criterios, que pueden ser comprensibles, se transforman en humo, cuando la población judía -supuestamente moderna y democrática- mira a otro lado mientras sus policías y sus agentes secretos detienen en los 18 días que ha durado la ofensiva a setencientos ciudadanos israelies, que tienen documentos de identidad y pasaporte de su país y por tanto se supone que derechos. Cuando se encogen de hombros y aprueban como lógico que se conculquen sus derechos por el mero hecho de ser árabes y protestar contra la ofensiva, mientras que a los pocos judios que lo hacen se les deja en paz y como mucho se les disuelve con agua y humo sin pácticar detención alguna.
Claro que tampoco es de extrañar que actuen así. Están acostumbrados a hacerlo. Lo mismo hicieron cuando la Gestapo se llevaba a sus correligionarios y vecinos en mitad de la noche. Mirar a otro lado y volverse al dios de la zarza para pedirle que no les tocara a ellos.
Así que ni Olmert, ni Bush, ni cualquiera que hable en nombre del gobierno de Israel puede convencer hoy por hoy a nadie de que los argumentos que utilizan son los que realmente originan la matanza de Gaza.
Todos esos argumentos no existen. Sólo existe uno:
"Debe estar claro que no hay sitio para ambos pueblos en este país (Por Israel, claro está). A la empresa sionista le ha ido bien hasta ahora.. y le ha bastado con "comprar tierras" (la compra era en realidad expropiación forzosa a precios pírricos) – pero esto no creará el Estado de Israel; eso debe ocurrir de inmediato, como una Salvación (ése es el secreto de la idea mesiánica) y no hay otra forma de hacerlo que trasladar a los árabes de aquí a los países vecinos, trasladarlos a todos; con la excepción tal vez de Belén, Nazaret y Jerusalén Antiguo, no debemos dejar una sola aldea, ni una sola tribu..."
Esto lo decía Joseph Weitz, director del Fondo Nacional Agrario Judío en 1940, y nada ha cambiado desde entonces. Bueno, una cosa sí ha cambiado. Israel y sus gobiernos se han dado cuenta de que no pueden trasladar a los árabes. Pero eso no significa que hayan abandonado el concepto sionista de que no puede haber árabes en Israel. Así que la conclusión se omite por obvia. Si no se puede echar a alguien, no se está dispuesto a abandonar un lugar y no se le quiere tener cerca sólo queda un camino. El que tenga oídos para oir que oiga.
Todo es pues cuestión de aritmética, así que no se ofendan si la aritmética que ellos aplican genera comparaciones que les resultan odiosas.
¿Cómo empezó su aritmética? ¿como empezó la función exponencial que busca igualar a cero la población árabe de Israel y Palestina -y si nos ponemos de la Península del Sinaí y Los Altos del Golán-.
La Sociedad de Naciones realizó en 1948 una partición de Palestina y, antes de que se secara la tinta de la firma que Israel había estampado aceptando esa partición, Tiberias fue ocupada el 19 de abril de 1948, los isrealies invadieron Haifa el 22 de abril, Jaffa el 28 de abril, los barrios árabes en la Ciudad Nueva de Jerusalén el 30 de abril, Beisan el 8 de mayo, Safad el 10 de mayo y Acre el 14 de mayo. Todas ellas eran ciudades concedidas a los árabes y de todas ellas se deportó a todos los habitantes árabes para colocar a colonos judios.
Así que la arítmetica del progromo israelí comenzó su curso, su camino en el intento obsesivo de batir el record mundial del exterminio.
Cuando se estableció es Estado de Israel, después incluso de todas esas invasiones y deportaciones, el 54 por ciento de la población era árabe.
¿Como han conseguido reducir la población? La respuesta es tan clara como los principios del sionismo. Tras la deportación de todos los árabes de las ciudades que tomaron militarmente en contra de las resoluciones de Naciones Unidas y durante los cincuenta y los sesenta , el ejército isrélí se dedicó en palabras de sus jefes a "mermar la moral árabe".
Pero no lo hizo con propaganda o con presión fiscal -al menos no sólo lo hizo con eso-. Se dedicó a organizar matanzas en pueblos y aldeas como las de Deir Yassin (se asesinó a todo un pueblo sin mediar ataque o provocación ninguna) Ein Karem, Kakoun, Tantura, Yaffa, Safad, Sufsaf (115 personas fueron masacradas contra los muros de la Mezquita de Susaf). Esta política llegó hasta principios de los setenta y alcanzó su fase más pública a principios de los ochenta, concretamente, en 1982, en Shabra y Shatila, (matanza llevada a cabo por los cristianos libaneses, pero ordenada por el entonces ministro israelí de defensa, Ariel Sharon).
Pero, aparte de que estas muertes contribuyeran grandemente a mermar la población árabe tanto en la Israel legal -la concedida por la ONU- como en los terrirorios ocupados, hay otro factor que todo el mundo calla -quizás por ignorancia- pero que resulta fudmental.
Algunas de estas purgas o de estos "mensajes para mermar la moral" fueron enviados por el ejército, pero la mayoría de ellos fueron llevados a cabo por dos grupos de guerrilleros sionistas llamados Stern e Igun -uno de ellos dirigido, ni más ni menos, que por Menahen Begin, que llegara a ser Primer Ministro del Estado de Israel-. Estos grupos operaron incluso antes del establecimiento del Israel y fundamentalmente durante los cincuenta y primeros sesenta, dejando su actividad en manos del Mossad y el Ejercito en las decadas posteriores.
Así que, mucho antes de la existencia de ningún grupo armado en la zona árabe de Palestina, Israel y el sionismo -que conste que hablo del sionismo como una ideología política, no como un insulto- introdujeron el terrorismo en Palestina.
Y cuando las matanzas empezaron a ser demasiado visibles ¿qué se hizo?
"Israel ha confiscado de forma ilegal más de 52 por ciento de las tierras de Cisjordania y 30 por ciento de la franja de Gaza para uso militar o para el asentamiento de civiles judíos (...) Desde 1967 a 1992, el gobierno militar israelí demolió 2.338 casas palestinas en Cisjordania. En este período, más de 500.000 palestinos fueron detenidos sin juicio durante diferentes períodos por las fuerzas de seguridad israelíes"(informe de la ONU). Poco hay que añadir. Y la política sigue al menos en lo que a demoliciones se refiere.
Y ahora, cuando ya se ha quedado sin tierras que confiscar; cuando la política de asentamientos ha sido desautorizada por Estados Unidos -que tiene la facultad de prohibirle esas cosas a Israel, en virtud de su apoyo y su potencia militar- ¿qué hace el gobierno israelí?
Once ofensivas en cinco años. Miles de muertos, arguyendo que busca y destruye terroristas de Hamás, Hezbollah o Los Martires de Al Aqsa.
Los argumentos, las razones y los criterios se convierten de esta manera en excusas. Porque la OLP se fundo en 1964 -dieceseis años después que los grupos terroristas Stern e Igun- y empezó sus actividades terroristas en 1970 -veinte años después de que las guerrillas sionistas exportaran el terrorismo a esa tierra, empezando por Deir Yassin-.
El activismo violento palestino comenzo muchos años después de las deportaciones y las matanzas, mucho después de las confiscaciones y las expropiaciones forzosas de tierra palestina.
Porque la Legión Árabe atacó a Israel en 1960, una década después de que el Estado hebreo hubiera invadido todas las ciudades árabes de Palestina, no reconociendo el derecho a un Estado árabe en esa tierra y mucho después de que el ejército de Ben Gurión hubiera invadido Siria (los Altos del Golán) y Egipto (La península del Sinai).
De este modo, el único argumento que ha utilizado y sigue utilizando Israel en este asunto es el del sionismo de Weitz y otros "padres de la patria hebrea". Llevan intentando barrer a los árabes de la faz de su tierra desde mucho antes de que ni siquiera existiera el concepto de terrorismo yihadista, desde mucho antes de que existieran los argumentos en los que ahora se fundamentan.
Su arítmetica está tan clara como lo estuvo la de Gebbels y la de Hitler. Es un simple proceso de reinicio informático que consiste en reducir la cuenta a cero. Y, en eso, van camino de superar a sus propios masacradores.

No hay comentarios:

Lo pensado y lo escrito

Real Time Analytics