viernes, abril 27, 2012

Justificación existencial del capitán veraniego 3G (dicho de otro modo: Yo no soy un mal tipo)


Hoy en día hay miríadas de razas y de especies. Las unas son de noche que muerden, devoran y depredan, las otras son de día que se esconden, escapan, sobreviven. Toda suerte de mutaciones humanas y bastardas que se esconden de sí mismas y de todos los demás en un juego de luces y de sombras que nunca aclara el alba ni oscurece el ocaso.
Y la más numerosa, aquella que amenaza con convertirse en plaga, tiene un nombre tan melifluo y disperso como es lo es su concepto perverso de lo que es y en lo que nos convierte el acaso casual de ser seres humanos: Son aquellos que osan decir de sus personas: Yo no soy un mal tipo.

Yo no soy un mal tipo. Lo único que pasa es que soy un amante de la era 3G.
Navego por mis vicios y amores y salto de una página a otra, de un banner que ofrece el calor de una noche o otro que me presta la seguridad para mil conexiones no se van a cortar para siempre cuando el día me devuelva a mí mismo. Navego a toda prisa y busco mis enlaces favoritos para aquello que quiero.
Yo no soy un mal tipo, pero voy por la vida a la velocidad de mi enlace tribanda, de mi óptica fibra de distancia infinita y no me preocupa quién diseña el enlace, ni el esfuerzo que cuesta mantenerlo.
Y mucho menos aún sé si contiene errores tan profundos en mi programación que aunque me sirva a mí, y yo lo vea perfecto en su ruta binaria de unos para mí y ceros para quien lo comparte conmigo, no se le carga en el móvil del otro.
Soy 3G y por eso no me hago responsable del reflejo real de todos los tq en tiempo apocopado que he enviado en mi móvil, que he lanzado en mi Twitter, que he subido en mi blog.
Y si la conexión un día se me atora, si el enlace se comienza a quebrar y la página por mor de la vida del otro no se carga a buen ritmo, al ritmo que yo quiero, simplemente me desplazo el pulgar a la esquina infinita que me asegura una vía de escape y pulso sin pensar el icono precioso de regreso al inicio. No tengo tiempo ni alma para buscar el fallo, para cambiar de nodo, para reprogramar. Reinicio el servidor y me pongo a otra cosa.
Yo no soy un mal tipo, tan solo soy 3G.
Yo no soy un mal tipo. Lo único que pasa es que soy de estaciones.
Soy pareja de tórridos veranos donde polvos intensos y coitos repetidos me tapan las vergüenzas, me callan las carencias.
Y soy de primaveras, cuando suaves caricias y susurros amables me quitan los complejos y  me ocultan los miedos. Yo soy de esa estación, buscada y añorada, en la que trémulos soles me mantienen templado el cuerpo y calientes los sueños, con un  fuego tan cómodo y tan lento que me hace olvidar que no soy lo que quiero, que vivo en el infierno de mis propios misterios sin prestar atención a quien sufre con ellos.
Incluso soy de otoños. Aun resisto sin cuento los días infinitos de rutinas cansadas, de constantes reintentos. Yo sirvo para eso, para seguir siendo lo que no quiero ser por miedo a que al dejar de serlo descubra que no he sido lo que podía ser. Yo sirvo para dejar caer las hojas marrones y apagadas con tal de no podar el árbol y al ver que está podrido tener que replantarlo.
Pero no soy de invierno. Cuando llegan los fríos que me traen los otros, cuando el hielo de la vida se agarra a sus almas y escarcha sus deseos. Yo hiberno, me retiro, les dejo con sus hielos.

No vaya a ser que el otro, que me ayudó a arder en el verano, a resistir en el otoño y a amar en primavera, ahora me contagie y me haga perecer en una glaciación en la que no reconozco haber participado, no sea que descubra que yo la he iniciado.
Yo no soy un mal tipo, pero no soy de inviernos.
Yo no soy un mal tipo tan sólo soy un pírrico patrón de yates de recreo.
Yo navego por los mares calmados entre tranquilas islas de placer y belleza, escuchando sirenas, acallando ballenas. Al pairo de los vientos y dejando mecer el casco de mi nave en brazos que me acunen como olas de verano.
Yo manejo goletas en revueltos estuarios de pasiones ardientes, en esquivos fiordos de amores imposibles. Al timón de la nave, doy órdenes concisas que dirigen la proa, que imponen el esfuerzo de aquellos que tripulan el bajel de mi vida para llevarla al puerto al que yo quiero ir.
Yo no soy un mal tipo, más no soy capitán en días de tormenta.
No me ato al timón para sólo lograr desgastarme las manos y las fuerzas en el esfuerzo, que tal vez sea absurdo y quizá improductivo, de intentar mantener la nave en el buen curso que era fácil llevar cuando había buen viento.
Yo no abandono el puente para agarrar del talle a quien se ha quemado los días y las palmas por sujetar las jarcias y ha caído un momento, quizás sólo un momento, por hacer el esfuerzo de enderezar la vela e impedir que se quiebre el palo de mesana.
Yo no soy un mal tipo, simplemente no sé ser capitán cuando el mar se me rabia.

Yo no soy un mal tipo. Tan sólo nunca he sido capaz de apartar la vista de mi ombligo.
No soy duro y cruel, tan sólo tengo miedo de que el sueño soñado sin razón y sin lucha en mi tiempo presente no se me haga vivo cuando llegue el futuro que yo no me he ganado.
Yo no soy ciego y frío hasta la glaciación con la vida del otro, tan solo soy ese triste egoísta, ególatra, egocéntrico, que no ha criado ojos para ver con la vista del otro, que no ha avivado fuegos para darle al otro el calor que precisa cuando el frío que yo impongo para siempre en su vida se hace insoportable.
Yo no soy un mal tipo, tan sólo soy cobarde.
Y casi aún ni eso.
Para no tener ni siquiera valor,  ser al menos humano es una obligación innegociable. Y hay días con sus noches en que sé, aunque lo niegue, que yo no he sido humano y sí fui miserable. 

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