Hay cosas que resultan tan dramáticamente ridículas en las películas que crees que no las contemplarás nunca en la realidad y la escapada a cien por hora de un presidente es una de ellas.
Cuando vas la falta de dignidad con l que el denominado líder del mundo libre es arrastrado entre fogones y planchas calientes por los pasillos más húmedos y mohosos arrastrando su avejentada anatomía y su maltrecha dignidad para protegerle del peligro siempre te preguntas qué es lo que tienen que haga necesario protegerle, cuando te imaginas a George W. Bush aferrado a sus galletitas y su whisky encerrándose bajo tierra el fatal 11-S te preguntas como es posible que ante tamaño arrebato de indignidad institucional los estadounidenses pudieran volver a emitir sufragios para él.
Pero cuando observas la espantada rodeado de boato, protocolo y seguridad, de Rajoy por los pasillos y aparcamientos del Senado en el día de ayer ya no te preguntas nada. No hay ninguna pregunta plausible que pueda generar una respuesta saludable a ese esperpento.
Porque Mariano Rajoy no huía ayer de un asesino escondido disparando en una azotea con la voz de pausada y profunda de Kiefer Sutherland, no escapaba de un loco con el rostro rapado de John Malkovich, no era llevado en volandas para apartarle de un Boeing 747 que cayera enfilado sobre él.
Rajoy huía de algo tan común, tan cotidiano y anodino para un Presidente del Gobierno como el la prensa, las cámaras y las grabadoras de los medios de comunicación.
Y eso no solamente es ridículo sino que es grave, tremendamente grave porque demuestra que Rajoy y su gobierno -o quizás solamente Rajoy, no sé si es una estrategia o una decisión unilateral del presidente- no han comprendido porque y para qué están en el gobierno.
Porque huir de la prensa, más allá de las politizaciones y sectarismos que nuestra prensa padece en uno y otro lado de la línea ideológica, es huir de nosotros.
Y un presidente del Gobierno tiene entre sus funciones ineludibles informa al pueblo y a la sociedad de sus acciones, de sus decisiones y de las consecuencias de estas. Así que no puede huir de la prensa porque significa simplemente que no está haciendo el trabajo para el que es elegido. Al menos una parte.
La información a la sociedad no se limita a informar a un Congreso o a un Senado cuyas bancadas de mayoría absoluta te van a aplaudir y jalear digas lo que digas; no es un expediente que se pueda cumplir en las reuniones de tu partido ante gentes que no van a toser en desayunos con los lobbies que te apoyan de antemano porque haces la política que ellos te han dictado que hagas.
Son los medios de comunicación los que preguntan lo que la gente quiere saber, aquello de lo que estás obligado a informar por cargo, ética y responsabilidad y no puedes ocultarte de ellos simplemente porque pintan bastos, porque la política del “digodiegismo” que llevas ejerciendo desde que has accedido al gobierno te has estallado en las narices.
No es de recibo que no expliques por qué has emprendido ajustes, recortes, porque has exigido sacrificios, elevado impuestos con la excusa y la motivación de que los mercados reaccionarían positivamente y se reactivarían ahora se hunden a los niveles más bajos desde que empezó esta eterna crisis que en realidad es la muerte económica de un sistema.
Y sobre todo no es de recibo que lo expliques a los organismos europeos, que te presentes ante los medios en el otro extremo del mundo, concretamente en Seúl, para anunciar que recortarás y harás más ajustes, que luego publiques una nota de prensa sin rostro y sin voz concretando que serán 10.000 millones en sanidad y Educación y luego cuando esa decisión te estalla en La Bolsa, el mercado de deuda soberana y no sé cuántos sitios más, mires con sorpresa y desprecio a aquellos que preguntan por otros y ni siquiera tengas la dignidad por pasar ante ellos sin contestarles.
Y huyas solamente porque su número y su insistencia te hacen palpable que no puedes ignorarles. Como al resto de la sociedad.
Lo mires como lo mires, ser Presidente del Gobierno no te da esa potestad. De hecho, te la niega. Tienes que hablar. Tienes que hablar siempre que es necesario hablar.
Puedes hacerlo entre burlas como lo hacía Berlusconi o entre llantos como tuvo que hacerlo la ministra tecnócrata que anunció en Italia que el bienestar había pasado a mejor vida, puedes hacerlo entre descalificaciones como Sarkozy o entre tecnicismos infumables como Cameron. Incluso puedes hacerlo entre arengas proféticas como Ángela Merkel.
Pero no puedes acelerar el paso, esconderte tras la burbuja de seguridad impostada que te ofrece tu escolta y escaparte por la puerta de atrás.
Porque si tus escoltas tienen que protegerte de los ojos y los oídos de la sociedad sobre la que gobiernas, eso solamente significa una cosa o la has mentido o simplemente no piensas tenerla en cuenta a la hora de tomar las decisiones que te son impuestas desde otros foros, ya sean internos o externos.
Y, en el peor de los casos, ambas cosas.
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