viernes, enero 20, 2012

El Banco de España no supera su retraso cognitivo

Hay momentos, acontecimientos, noticias en definitiva, que te dejan con cara de no saber nada, con el rostro congelado en esa expresión de no saber si optar por no creerte lo que está pasando o por desecharlo como producto de una pesadilla surrealista.
En fin, que hay noticias que demuestran que a lo mejor todo lo que escribo en estas endemoniadas líneas está equivocado y nos estamos yendo al carajo no por el individualismo y el egoísmo más recalcitrantes, sino simplemente por la estupidez más absurda.
Resulta que el Tribunal Supremo ha obligado al Banco de España, a petición de los sindicatos,  a hacer públicas las gratificaciones que concede a sus empleados y altos cargos.
O sea que, después de rasgarse las vestiduras, de demandar responsabilidad al sistema bancario, de exigir a los españoles esfuerzos, de meterse en camisas de once varas diciendo que los convenios colectivos no deberían asegurar el aumento de poder adquisitivo, el Banco de España, la entidad emisora, el ejemplo paradigmático en el que ha de reflejarse nuestro sistema financiero, se dedica a dar bajo cuerda gratificaciones a sus directivos y, como dicen ellos, empleados relevantes.
Y la cara que se te queda es la misma que ponía Gila cuando esperaba  que se pusiera al teléfono el enemigo.
El Gobernador del Banco de España, cual plañidera bíblica, se mesa los cabellos, se arroja de hinojos indignado, se unta su rala y escasa cabellera con ceniza y protesta, se da golpes de pecho, eleva los ojos al cielo en desolada queja ente tamaño agravio.
Y recurre al Tribunal Supremo cuando  la Audiencia Nacional le dice que tiene que dar la lista. No porque crea que las gratificaciones sean justas, no porque crea que nadie tenga derecho a cuestionarlas, sino porque cree que él tiene el derecho de mantenerlas en secreto.
¡Pero hombre, que eres una institución pública! ¿Cómo demonios crees que tienes derecho a mantener las retribuciones -y ninguna otra cosa, ya de paso- en secreto-?, ¿es que los sueldos de los gerifaltes del banco emisor son una cuestión de seguridad nacional?
Y eso sólo para empezar.
¿A qué viene dar gratificaciones a los altos ejecutivos de la entidad?, ¿qué objetivos han cumplido?
El Banco de España tiene que vigilar y supervisar el sistema financiero español y está claro que lo ha hecho tan bien que nuestras cajas han tenido que fusionarse para no ir a la ruina, lo ha hecho tan maravillosamente bien que tenemos la inflación por las nubes, el déficit disparado y  los tipos de interés perdidos en la estratosfera y sin posibilidad alguna de que aterricen de nuevo.
¿Qué objetivos han cumplido de forma tan brillante que merecen una recompensa que se antoja tan alta que tiene que ser mantenida en secreto para que no despierte la injusta indignación de todos aquellos que no entendemos el sistema de retribuciones de la entidad?
¿Acaso es porque les han salido muy monos los billetes que han encargado emitir a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre?, ¿o es, quizás, por haber batido el record del mundo en rapidez a la hora de emitir deuda pública?
El Gobernador mantiene su mutismo a este respecto y tú piensas que quizás el tío no merezca la cárcel por esas gratificaciones pero le hacen falta unas buenas clases de refuerzo.
Porque hay que ser un poco lento de entendederas para no darse cuenta de que el Banco de España no puede dar gratificaciones a sus ejecutivos por hacer su trabajo. Que no es de recibo que reparta beneficios cuando no tiene beneficios y está creado y diseñado para no tenerlos.
Hay que tener dificultades en comprensión lectora para no entender que la frase "mantenido con fondos públicos" significa que cualquier gratificación sale de los bolsillos de todos los españoles; hay que tener lagunas de comprensión lógica para no entender que no se puede gratificar a alguien por hacer un trabajo -ni siquiera bien, visto lo visto- por el que ya se le está pagando un sueldo millonario.
Hay que tener verdaderas carencias en psicomotricidad fina para no darte cuenta de que el movimiento de meter la mano en la caja pública y luego llevarla automáticamente a tu bolsillo resulta terriblemente sospechoso.
¿Gratificaciones extraordinarias?, ¿hola?... ¿por qué? A lo mejor han aumentado la cartera de clientes de una entidad de la que todo español es cliente por definición; a lo mejor han elevado su nivel de crédito cuando no los dan, a lo mejor han mantenido la seguridad hipotecaria cuando no las conceden.
Y es entonces cuando se ve acorralado por una decisión judicial a la que no debería haber recurrido por mero respeto a las instituciones cuando da sus explicaciones.
 "Las cantidades percibidas como premios  lo son en recompensa a conducta, rendimiento laboral y cualidades del personal", afirma un comunicado del Banco de España
¡Tócate los pies!, ¡Ahora lo entiendo todo!
Ahora es cuando comprendo cual es el motivo que lleva al presidente Rajoy a tener tal necesidad de liquidez que quiere ahorrar hasta el agua de las nubes. El pobre sabe que va a tener que despachurrar el presupuesto español en clases de apoyo para los altos cargos del gobierno.
De modo que si no persigues a las secretarias o acorralas a los administrativos junto a la fotocopiadora, tienes gratificación; si no miccionas en el muro del banco mientras te fumas un cigarrito, tienes gratificación; si no pateas la máquina de café cuando te da un chocolate vienés en lugar de un cappuccino con azúcar, tienes gratificación; si no te acuerdas de la parentela de tu jefe cuando te hace currar más de la cuenta o de los antepasados de tu compañero cuando se escaquea, tienes gratificación.
¿Qué se supone que significa eso del buen comportamiento? ¿que los ejecutivos son los niños buenos de la clase, mientras el resto de los empleados se tira papelitos, hace caricaturas del Gobernador, eructa públicamente y hace comentarios soeces como los alumnos de un aula de castigo de un High School estadounidense?
Pero hay que reconocer que el tío se lo curra ¡Porque lo de las cualidades personales tampoco tiene desperdicio!
Ahora resulta que cobras más si tienes determinadas cualidades personales. Se me ocurren unas cuantas pero no quiero presuponer sesgo ninguno en ellas. Si eres más guapo ¿cobras más?, si eres más simpático ¿cobras más?, si eres más listo ¿cobras más?, si eres más afectuoso ¿cobras más?
Si eres más... ¿qué? cobras más.
¿Desde cuándo como seas o dejes de ser tiene que reportarte beneficios económicos en tu trabajo? Las cualidades personales no son un factor remunerable en un empleo. Son un elemento exigible para la convivencia laboral, pero no se paga por ellas.
Y el nivel de estupidez sigue elevándose cuando cada justificación aportada lleva a un grado siguiente de absurdo surrealista.
Porque lo del rendimiento laboral puede sonar más lógico, más profesional. Pero es igual de rocambolescamente absurdo que todo lo demás.
¿Qué estás diciendo, buen hombre, qué estás diciendo?, ¿qué premias a aquellos que rinden porque el resto no lo hace?, ¿qué solamente los ejecutivos rinden en su trabajo?, ¿qué los funcionarios del Banco de España no hace su trabajo y tú premias a los que lo hacen en lugar de patear las nalgas de los que no lo hacen?
Vamos, digno de una conversación telefónica de Gila, lo dicho.
Y lo peor de todo es que el Gobernador del Banco de España no se viera venir esto.
No fuera lo suficientemente listo como para darse cuenta de que el hecho de que la entidad emisora diera gratificaciones especiales iba a crujir más que la columna vertebral de una anciana artrítica practicando el método Billy Boot, ese.
No tuviese las suficientes conexiones neuronales encendidas como para intuir que, si se nos afilan las uñas y nos crecen los colmillos cuando la banca privada forra a sus ejecutivos después de perder miles de millones de euros en un solo ejercicio y pedirle al Estado que cubra sus deudas, se nos iban a sublevar los instintos asesinos cuando nos enteráramos de que eso también ocurría en el banco público por antonomasia.
Lo más triste, lo que te derrota definitivamente, es que un chico listo -como se supone que es o que tiene que ser  el Gobernador del Banco de España- no fuera capaz de prever esto. No es su arrogancia, no es su ilegalidad, no es su injusticia. Es su inefable falta de trasmisiones sinápticas, su completa estupidez.
Pero ahí no queda la cosa.
El virus de los problemas de retraso cognitivo se ha extendido como una plaga de dimensiones bíblicas por los pasillos y despachos del Banco de España.
Porque los sindicatos, que en su momento, allá por el año de gracia de 1997 -desde entonces viene el asunto- querían denunciar la situación ahorra se agarran al carro de la estupidez buenística y salen por la tangente, se escapan por los cerros de Úbeda, y dicen que quieren que se hagan públicos esos datos porque, ahora que se van a congelar los sueldos por segunda vez, no es justo que no figuren en nómina y que no coticen a la Seguridad Social
¡Pero, pedazo de cretinos, lo que no es justo es que se den!, ¡Lo que no es justo es que se reparta dinero extra a los ejecutivos por hacer un trabajo que tienen que hacer con dinero público!, ¡lo que no es justo es que se premie el buen comportamiento o la buenas cualidades con dinero que los españoles no dan para esos fines!
¿Cómo esperan que figure eso en una nómina?, ¿complemento extraordinario por guapo, justo al lado del complemento de transportes?, ¿gratificación por no escupir al jefe, justo debajo de la prorrata de las pagas extraordinarias?, ¿premio extrordinario por excelencia en chupár al... ¡Perdón, perdón, que es que me enciendo!
No es justo que se den. No deben darse y punto. No os volváis de repente tan lerdos como aquellos a los que os oponéis.
Y hasta la honorable magistrada que actúa de ponente en la sentencia del Tribunal Supremo parece parcialmente contagiada de la enfermedad cognitiva que aqueja todo lo relacionado con este sorprendente acceso de estulticia descubierto en el Banco de España.
María Dolores Mosqueira -que así se llama la jueza en cuestión- hace honor a su apellido y avisa que se mosqueará si no, se especifica "el sexo de los beneficiados para cumplir el precepto que se atribuye a los representantes de los trabajadores en cuanto a vigilar la aplicación del principio de igualdad de trato y oportunidades entre hombres y mujeres". ¡Ole sus gonadas internas!
¡A ver, su muy ilustre alma de cántaro! Una lista de nombres específica el sexo por definición -por lo menos en España- ¡A ver si resulta que ahora no vamos a saber distinguir entre María Dolores y Serafín, entre Margarita y Emilio, entre Jennifer y Borja!
¿Podemos ir contra la ética pública más elemental si los favorecidos son mujeres y hombres por igual?, ¿no consentiremos que se diga que los hombres tienen mejores cualidades o se portan en el trabajo mejor que las mujeres?, ¿consentiremos que se utilice dinero público para gratificar conceptos que no tienen por qué ser gratificados si eso favorece la paridad?
¿A qué estamos jugando?, ¿es que nadie se da cuenta? 
Parece que no. Así que después de esto solo me queda por llegar a la conclusión de que nos hundimos como civilización y como sistema no por la maldad intrínseca del sistema, ni por el egoísmo adquirido por todos los miembros de esta sociedad.
Nos vamos a pique por la imposibilidad de nuestros cargos de responsabilidad de aprovechar sus clases de refuerzo y superar sus retrasos cognitivos. Es decir, por pura y simple idiotez.

2 comentarios:

Tu economista de cabecera dijo...

Bastante de acuerdo, aunque esta frase no me parece justa ya que, si no, habría que decir lo mismo al sector privado:

"¿Qué estás diciendo, buen hombre, qué estás diciendo?, ¿qué premias a aquellos que rinden porque el resto no lo hace?, ¿qué solamente los ejecutivos rinden en su trabajo?, "

devilwritter dijo...

Quizás tengas razón. Pero lamentablemente el sector privado puede establecer sus propias normas. Por eso es privado.
Y solamente compete a los que trabajan en cada empresa hacer esas preguntas y enfrentarse a aquellos que apliquen esos criterios en sus empresas y corporaciones.
Se les puede y se les debe apoyar cuando lo hagan. Pero si no lo hacen -como es el caso en muchas ocasiones- ni la sociedad, ni el sistema, si el gobierno puede hacer nada.

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