Tradicionalmente se ha achacado al conservadurismo
político de esta civilización nuestra una mítica capacidad manipulativa que le
hacía más artero, más sibilino y a la vez más inteligente y eficaz para sus
fines que la más directa y en ocasiones burda de aquellos que dicen descender
ideológicamente hablando de los que se sentaron a la izquierda del rey en los
Estados Generales de Francia que hizo sonar sus miedos y deseos en aquello ya casi olvidado llamado Revolución Francesa.
Pues bien, el conservadurismo que nos
hemos dado como Gobierno, empeñado como está en desmentirse constantemente a sí
mismo en su liberalismo, su programa electoral y su interés por España, también
ha decidido desmentir esa supuesta superioridad maquiavélica, es capacidad
manipulativa que se asigna a la diestra política. Y lo ha hecho de nuevo en su
campo favorito, en el ámbito que parece disfrutar más: desmantelando la
enseñanza pública.
Cuando han pasado un poco más de dos
jornadas de toda la polémica sobre la evaluación de centros y su publicidad
para ayudar a los padres en la "libre
elección de centro", que en realidad se traducía como en "no dejar a los padres otra posibilidad
que elegir un centro privado o concertado", llega la segunda parte, el
colofón que explica y contextualiza definitivamente ese repentino interés por
poner notas a los centros y distribuirlas como octavillas propagandísticas
entre los padres de alumnos.
La LOMCE -otras siglas más que unir a
la larga lista de acrónimos legales que hay que aprender de carrerilla, como la
ancestral lista de los reyes godos, para poder hablar de Educación en nuestro
país- incluye un punto, un ínfimo aparado, casi irrelevante: Educación, el
feudo inexpugnable de José Ignacio Wert, dará fondos públicos a los colegios
con mejores resultados.
Y, aunque Wert intente hacer pasar esa
medida casi inadvertida y en lugar de presentarla él, que con su gallarda
soberbia de trasnochado hidalgo español se ha ganado la permanente atención de
los medios, envía a una de sus validos -¿o será validas?, ¿qué pensara al
respecto el Conde Duque de Olivares?- a dar la buena nueva, esa medida lo
explica todo.
Ese artículo de la Ley Wert convierte
la política educativa del Gobierno en uno de los ejemplos más burdos de
manipulación política desde la Agitpro soviética, desde el ministerio regentado
por Goebbles. Desde La Inquisición y sus autos de fe.
Porque ese dinero, que ahora está
siendo detraído de la enseñanza pública a través de los recortes continuos y
constantes, de los ingresos de los ciudadanos vía impuestos, en definitiva, de
todo lo público, podrá ir a parar a los centros públicos, concertados y
privados.
Y aquí es donde la manipulación se
hace tan evidente y burda como lo eran los ramos de flores explosivos arrojados
por los anarquistas o los carteles y manuales del nacional catolicismo de
antaño.
Si estas inyecciones de fondos se
distribuyeran entre los centros públicos -incluso entre los concertados- sería
una buena medida. Podría instaurar una competencia entre los centros por
mejorar, por no caer en la rutina de un sistema educativo inmóvil y mastodóntico
-una tendencia casi natural que debe siempre controlarse en el sector
público-.
Cierto es que podría originar algún
desajuste puesto que el dinero iría a los centros mejores con más regularidad,
limitando la capacidad de mejora de aquellos que empezaran en peores
condiciones. Pero, con algunos ajustes que evitaran esa inercia, beneficiosa en
esencia.
Un sistema -por poner un
ejemplo mundano- parecido a los drafts de
las ligas deportivas estadounidenses, en las que los peor clasificados en una
temporada tienen la oportunidad prioritaria de fichar a los mejores jugadores
para la campaña siguiente sería una corrección plausible que posibilitaría a
los centros públicos pero colocados y evaluados tener prioridad a la hora de
ser sufragados en sus programas de mejora educativa por delante de los demás.
Pero la inclusión de la enseñanza
privada en esa ecuación desbarata por completo el esquema, aunque así dicho de
pasada, no lo parezca. La inclusión de los centros privados en el esquema de
las cosas convierte la medida en un evidente ejercicio de manipulación que ya
ni siquiera consiguen hacer pasar inadvertido.
Completa la Santa Trinidad del
desmantelamiento completo y sin retorno de la Enseñanza Pública.
Porque los recortes en los
presupuestos educativos de los centros estatales dejan sin recursos,
laboratorios, becas, profesores ni capacidad de mejora a la enseñanza pública.
Y la persona paterna de esta trilogía
conducirá de forma indefectible a la segunda. El Hijo Unigénito de los recortes
se hará carne en los últimos puestos de la lista de centros que se hará
pública y de la que dispondrán los padres a la hora de elegir centro.
Como ocurre en todo sistema de
personas teologales, el Padre y el Hijo darán carta blanca al Espíritu Santo de
la política Wert en Educación que descenderá sobre las cabeza de la Enseñanza
pública en forma de imposibilidad de que se encuentre en condiciones de
presentar programas de mejora educativa viables ya que no contará con el
personal suficiente o con las instalaciones adecuadas y por tanto siempre perderá
la pugna con la privada que podrá hacer inversiones previas sin depender del
dinero que decida darle en cada ejercicio un Gobierno que no está dispuesto a
sufragar la educación pública más allá de unos mínimos insuficientes, como
ocurre con el actual.
Y así Recortes, evaluación de centros y ayudas
finalistas completarán la trinidad del evangelio educativo del ministro Wert,
elevando a la educación privada -y sus ganancias económicas- a los cielos por
los siglos de los siglos y haciendo descender la enseñanza pública a los
infiernos por toda la eternidad.
Tan obvio como un auto de fe, tan
burdo como un cartel propagandístico de la mítica Agitpro soviética. Tan directo como si
cerraran todos los colegios e institutos públicos pasado mañana.
2 comentarios:
Curiosa bitácora. SU autor parece haber pasado por un seminario... Me da un tufillo de resentido... Juega con los lugares comunes del imaginario cristiano para hacer mofa y befa... muy típico del pseudocientífico aparatik progre. Sólo sé que no son pocos los que no tienen ni idea de unir cuatro palabras en un simple informe... los hijos de la LOGSE ya están campando por todos sitios... y así nos va... ¿Quién entiende de cascabeles? De la mano de estos iluminados, que no han hecho los deberes cuando tenían la sartén por el mango... líbranos Señor.
¡Como no! Los típicos que no pasan del "progre", que no responden a los argumentos y que no entienden lo que se está diciendo.
Aquellos que prejuzgan los orígenes y que lo explican todo por su necesidad de justificarse. Vamos, lo de siempre.
Ni resentido, ni progre ni iluminado. Pero ellos ya han decidido.
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