Se me acumulan las cosas. Lo cual, hablando acerca de dimisiones ministeriales en un país en el que ningún ministro tiende a dimitir, resulta cuando menos llamativo.
Es de suponer que por eso el PP ha pedido raudo y veloz como un cartucho salido de escopeta de dos cañones, una comisión que investigue las actividades del ya ex Ministro de Justicia Bermejo. Tan poco acostumbrados están al concepto de dimisión que necesitan investigar que hacer con ella
Dimite Bermejo. No por prepotente y poco gracioso -que eso lo había hecho y había seguido como si tal cosa- y tampoco por no demasiado incompetente -esa es causa de ascenso a vicepresidente en los gobiernos espñoles de cualquier signo o condición-. Dimite porque se ha ido a cazar y lo hecho sin licencia.
Dimite Bermejo. No por prepotente y poco gracioso -que eso lo había hecho y había seguido como si tal cosa- y tampoco por no demasiado incompetente -esa es causa de ascenso a vicepresidente en los gobiernos espñoles de cualquier signo o condición-. Dimite porque se ha ido a cazar y lo hecho sin licencia.
Como motivo es tan bueno como cualquier otro para dimitir. Bueno los hay mejores, como tirar abajo el túnel del AVE, hundir un petrolero, desinventarse un trasbase, alentar un golpe de estado en Venezuela, reconocer que no se sabe como parar la crisis y un sinfin más que se pueden añadir a la lista. Pero la caza furtiva es un buen motivo.
Si fuera eso. Aunque todos sabemos que no lo es. Es política, por primera vez en España una dimisión ministerial es materia de estrategia política.
Bermejo se retira a su escaño -donde puede seguir siendo prepotente y poco gracioso con menor repercusión pública- para sacarle de la ecuación de la lucha de imágenes entre los dos grandes partidos.
Ahora el PP, sacará pecho y dirá que ha demostrado la conspiración judicial porque sino Bermejo no dimitiría. Falso porque los consejeros de Aguirre dimiten en cascada y ninguno acepta ni siquiera un cohecho pequeñito y Ruiz Gallardón no dimite y acepta en rueda de prensa uno digamos de tamaño medianito -como las merluzas en la pescadería-.
Pero el Partido Socialista le saca del Gobierno para quitarle el parapeto a ese PP que se había enrrocado en la comparación de la cinegetica ilegal con el cohecho fraudelento. Para que las mesnadas del ínclito Mariano no puedan intentar, en el último momento, usar el superglue de la inoportunidad de un ministro -inoportuno por naturaleza- para pegar las constantes grietas electorales que les está abriendo el Caso Güntel y los espionajes liberales madrileños.
No es cuestión de presentar a Bermejo como una víctima porque lo que tiene hoy se lo ha ganado a pulso por su incapacidad -para la imagen política, al menos-, pero no es otra cosa que un movimiento más del juego. Su dimisión no demuestra nada como no lo hubiera demostrado su permanencia -salvo quizás el PSOE juega mejor a esto que su rival-. Su marcha no es un mate, ni siqueira un jaque. Es una apertura.
Es de suponer que el PP está ahora celebrando su victoria -porque la dimisión de cualquier cargo socialista por cualquier motivo es siempre una victoria de alguien tan necesitado de victorias como es ahora el Partido Popular- y que, envalentonado, vaya a por Garzón. No se puede evitar que no aprenda. Ese es su principal problema -aparte del nepotismo, el caciquismo, la soberbia y el españolismo radical, quiero decir-.
De hecho no hay que suponerlo. El PP pide una comisión de investigación para que se aclaren las actividades de Bermejo. Comos se queda sin manpara contra el frío intenta inventarse una nueva. Intenta hacer ver que Bermejo ha dimitido por conspirador y no por furtivo.
Intenta que todos crean que es algo que tiene que investigar el Congreso -porque es político y peligroso- y no el ICONA -si es que aún existe, porque es medioambientalmente ilegal-. El Partido Popular, con el gallego incansable a la cabeza, gana una dimisión y se engrandece porque cree que es producto de lo que ellos han dicho y no de lo que el PSOE quiere que esté en el candelero a día de hoy.
Pese a todo lo expuesto, pese a todo lo vociferado por esperanzas y marianos. La realidad es que Bermejo dimite por haber cazado sin licencia y porque su partido no quiere que el PP se niegue a hacer el ridículo intentando defender a sus presuntos cohechadores y supuestos espias de chotis y mercadillo mientras se ampara en la incorrección de Bermejo.
Cuando debería estar aterido en el frescor repentino que el viento de la sospecha vuelve a lanzar sobre éllos -y exclusivamente sobre ellos- al quedarse, perdido el parapeto salvador de Bermejo y sus formas, a la intemperie de sus propios desmanes internos y sus presuntos cohechos externos, el cuadro de mando del PP sacará pecho y pretenderá crear algún falso silogismo que transforme la furtiva culpabilidad de Bermejo en la purísima e inmaculada inocencia de los populares.No será así, pero no se puede pedir al Partido Popular que aprenda de las dimisiones de los socialistas -ni al contrario-.
En un país en el que las dimisiones se ofrecen con cuentagotas en las altas estructuras del Gobierno, hasta los supuestamente beneficiados por las mismas no saben muy bien que hacer con ellas cuando las tienen a mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario