Hay veces que resulta difícil aclararse con estos chicos que se dicen conservadores pero que, en realidad, vivirían mucho mejor si no conservaran muchas de las cosas que se empeñan en conservar. Vamos, que no hay quien entienda al Partido Popular.
Parecía que ya habían depurado -que no superado- hasta técnicas dignas de mención su estrategia del victimismo. Victimismo para lograr votos, victimismo para librarse de marrones, victimismo para manipular a los electorados con el miedo al terrorismo y victimismo en todas las formas posibles. Pero resulta que cuando les llegan unas acusaciones de nada, cuando alguien mete en la cárcel a uno de sus ex altos cargos, cuando un juez investiga la posibilidad de que miles de millones hayan quedado a buen recaudo en las arcas de la tesorería conservadora -que el dinero si que lo conservan bien-, en lugar de potenciar sus más altos recursos a la víscera, cultivados en años de insoportable manipulación mediatíca y de ineludible rictus de contrariedad, recurren el más burdo de los estilos del amplio abánico de posibilidades que da el concepto de victima: tener una pataleta.
Los líderes de Génova -la calle, que los genoveses de verdad bastante tienen con Berlusconi- se reunen para hacer frente común -no unido- a la crisis desatada por la investigación dél juez Garzón que, aburrido de lidiar con criminales contra la humanidad, se dedica a buscar delicuentes patrios, que es un poco más su trabajo, sin desmerecer el otro.
Diriase que se dedicaron gran parte de la reunión a decidir quién salía en qué fila en la foto. Porque todo lo que se les ocurre como reacción es plantarse delante de los ávidos micros y grabadoras periodísticos y entonar la pateleta de jardín de infancia más clásica desde los tiempos de Mariquita Pérez: "el profe -uy, perdón-, su señoría me tiene manía" en un ripio digno de la risa que produce el argumento defensivo del PP
Y lo presentan como un hecho irrefutable gracias a una prueba que ni siquiera es circunstancial porque ni siquiera es prueba.
Su señoría - ese Van Helsing judicial que recorre el mundo cazando monstruos con menos sex Appeal que Hugh Jackman, pero con muchas más razones- me tiene manía porque se va de cacería -y seguimos con los ripios ridículos- con el Ministro de Justicia Bermejo. Así que no puede juzgar a nadie del PP y hay que recusarle.
Dicho así parece ridículo. De hecho es ridículo. Pero, aún así, el inmarcesible Rajoy se atreve a exponerlo.
A Mariano y a todos los que la flanquean a la derecha y a la izquierda -o a la otra derecha, que el PP no hay izquierdas-, se les activa fugazamente la memoria histórica -la suya, no la de los socialistas- y les salen de repente las reminiscencias pretéritas de compadreo franquista en torno a una escopeta y unas perdices; se les dibujan los decretos de coto de caza y las conspiraciones -si nada de judeomasónicas, eso sí- de termo de caldo y podenco que ejerciera el bajito preterito.
Pero eso ya no sirve.
Que Garzón se fuera de caza sería motivo de recusación si estuviera instruyendo un proceso contra ecologistas; que lo haga con Bermejo podría ser motivo de recusación si estuviera juzgando a los magistrados que planean ir a la huelga en breve. Pero que Garzón pegue tiros a los patos -o a lo que sea- con Bermejo no tiene ni tendrá nunca nada que ver con la financiación del Partido Popular.
El PP, sus líderes y, probablemente, sus bases y votantes son incapaces de hacer esa discriminación -aunque sea positiva- porque para ellos todo se define por el enfrentamiento. Y no caen en la cuenta de que el Ministro Bermejo no es la otra parte del proceso contra los supuestos malversadores y cohechadores -sigo sin saber si existe el adjetivo-, El PSOE no es la acusación, Prisa no es la fiscalía.
La otra parte en ese proceso es el Estado. Todo el Estado, incluídos sus fieles bases y sus incondicionales votantes.
Así que no sirve el argumento de que no puede juzgar Garzón porque es de izquierdas -suponiendo que cazar con alguien de izquierdas te haga de izquierdas-. No le sirvió al PSOE con Filesa y un juez conservador -y el PP se aseguró de que así fuera- y no sirve ahora. La jurisprudencia es lo que tiene.
Más el PP no puede escapar de su rabieta. Para Mariano y sus delfines -con más o menos puñaladas y cadáveres políticos a sus espaldas- no existe otra forma de ver el mundo que en blanco y negro y, por tanto, si Garzón se mata unas perdices con Bermejo es mi enemigo porque Bermejo es mi enemigo. Y el amigo -incluso el conocido- de mi enemigo es mi enemigo.
De esta forma y por arte de magia -o de razonamiento berrinchero- el militante del PP de Jaen que organiza el encuentro cinegético es un traidor; los acusados, víctimas sin culpa de un linchamiento político; los detenidos, sufridos inocentes injustamente encarcelados. Y el PP en su conjunto y Don Mariano -¡pobre, Don Mariano!- en particular, objetivos de una conspiración malévola en la sombra -está sí que es judeomasónica-.
Una vez que has decidido perder la dignidad y arrojarte al suelo para golpearlo con puños y tacones en plena pataleta, los argumentos van saliendo en cascada.
Y todavía ese razopnamiento resulta planteable -pueril,circunstancial e indigno-, pero planteable. Lo que no tiene ningún sentido es usar el proceso contra Correa, los empresarios y los cargos o ex altos cargos -ex porque los han hecho dimitir a todo correr- del PP para romper el Pacto por la Justicia.
¿Se supone que el citado pacto incluía que no se hicieran procesos por presunta financiación irregular del PP?, ¿se tiene que deducir que el pacto contenía alguna claúsula que impedía a Bermejo cazar con los jueces y magistrados?, ¿se tiene que pensar que la reforma de la justicia pasaba por eliminar del código penal los delitos de malversación y cohecho cuando afectaran a algún político del PP?
Con ello demuestran lo que siempre han demostrado. Que para los supuestos democratas que se reunen en Génova -con excepciones vagamente gloriosas- la democracia y el Estado de Derecho son un medio alcanzar el poder y afianzarse en él, no un objetivo. Que están dispuestos a aceptarlo mientras no les perjudique, mientras no les ponga en compromisos y mientras no les fuerce a hacer algo que no quieren hacer o a dejar de hacer algo que quieren hacer.
Los pactos, la responsabilidad de gobierno y la visión de Estado son secundarios cuando sus conservadoras posaderas están en juego.
Por ello no tiene el más mínimo reparo en jalear una huelga -la de magistrados- que hasta hace tres días era ilegal para sus portavoces de Justicia e Interior.
Es posible que sigan pensando que lo es, pero como se alimentan y medran en el enfrentamiento, quizás esperen conseguir que algún juez huelguista dirima su petición de recusación de Garzón o alguno de sus recursos. Entonces le podrán reclamar -en su más puro estilo- que les devuelva el favor de su apoyo a la movilización judicial.
Espero que, por lo menos, tengan la inteligencia suficiente para no invitarle a una cacería.
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