Me resistía yo a hablar del asuntillo ese de los miles de millones que pasan de mano en mano de forma presuntamente ilícita en los pasillos de las sedes, los ayuntamientos y los gobiernos autonómicos del PP. Y me resistía, no porque no fuera enjundioso, sino porque parece que al inclito Mariano no hay manera de ponerle algo en este blog que no le deje a la altura del cáñamo de unas suelas de espartina veraniega -que lo del betún ya le queda muy alto-.
Resulta hasta triste que la jactanciosidad y la ineptud de aquellos que juegan en el PP a ejercer el poder y el control -no Mariano, pobre, que todos sabemos que de poder él poco- dejen al egregio gallego con las posaderas aireadas un día si y otro también. La crisis económica permite que un negro se aleve al rango de líder del mundo libre, permite que partidos que olían el poder en Europa desde hacía lustros se encaramen a ministerios y jefaturas y, sin embargo, entre espionajes y cohechos, el bueno de Rajoy no puede ni arañar un par de puntillos en las encuestas de intención de voto pese al desplome galopante de la economia y el empleo patrios.
El problema de Rajoy no es la certeza de los delitos de otros, sino la duda sobre los suyos. Me explico.
Resulta que la Dama de Hierro -lo de dama es un recurso literario- del PP, o sea Esperanza Primera de Madrid y Tercera del PP, se dedica desde la cúpula del poder -aunque todos sabemos que ella es una víctima inocente que nada tiene que ver con ello- a espiar a propios y extraños para conseguir hechos y circunstancias que luego poder utilizar en su siempre negada carrera por acceder a la cima del partido.
Resulta que un empresario de tres al cuarto aunque, eso si, amigo del yernisimo de Aznar y tesigo de su boda -que tambien hay que tener estómago para testificar la imagen de la aznarina vestida de novia-, les hace las campañas y los cohechos a la mitad de los pesos pesados del partido y cuando él, Mariano, se libra de el indivuo en cuestión, Correa, los demás siguen dándole las campañas y los negocios porque él también tiene "cositas" guardadas -o grabadas- contra ellos.
La liberal Aguirre puede destituir a unos cuantos consejeros para que el escándalo "no salpique al partido". Como si la destitución pudiera borrar de la memoria que el supuesto delito se realizó mientras y gracias al hecho del cargo que ostentaban dentro del Partido Popular o cualquiera de sus gobiernos. Eso no cambia por un quitame allá unos cargos menores.
Mariano puede dimitir al alcalde de Boadilla del Monte -suponiendo que se deje- por sus cohechos y negar que su tesorería recibiera mil millocentes de las antiguas pesetas -que hasta en la contabilidad son rancios y arcaicos- del presunto "cohechador" Correa. Pero el mal para Mariano ya es tal que se le transforma en irresuluble.
Porque, si la forma de lograr poder en el PP es el espionaje y posterior chantaje, si la manera de lograr influencia en la anárquica jerarquia de los populares es el cohecho y la presión, el reformista y reformado Rajoy tiene el problema de que está en lo más alto de la cadena alimenticia de esa formación política -o malformación política, que nunca se sabe-. Y la opinión pública percibe que, si ha llegado hasta donde está, lo habrá hecho como lo ha intentado hacer Esperanza, es decir, espiando y chantajeando o como lo hace Correa, saltando de cohecho en cohecho y de presión amenazante en presión amenazante.
De modo que Marianico I, El corto se encuentra sin comerlo ni beberlo -como la mayoría de las cosas que le han pasado al frente del PP- con que se desayuna lo que hacen los otros y su imagen nunca demasiado cuidada -políticamente hablando, claro, porque su barba es un primor- se ve ligada a espias chantajistas y cohechadores de los que él es, le guste o no le guste, el jefe.
Y por eso, pese a los puñetazos en la mesa -metafóricos, porque él es muy moderado-, pese a los recuerdos de Filesa y los GAL -de antiguo nos viene la cuajada-, pese a Cospedales boquiabiertas y a Sorayas extrañamentes lentas de palabra, Mariano no ve la luz porque su partido no le deja, porque su partido se empeña en hacer las cosas mal y jactarse de ello en privado si darse cuenta que se terminará haciendo público. Porque tiene la desdicha personal -y fortuna para todos aquellos que no queremos ver al PP al mando de nada- de dirigir un partido en el que se da la apariencia de que el mando se ejerce desde el control de los trapos sucios y las coladas enteras embadurnadas.
Así que, quizas la negativa del alcalde de Boadilla d dimitir después de que mariano Rajoy haya afirmado publicamente que ha dimitido sea buena. No puede salvo enfatizar el hecho, por todos conocidos, que que Rajoy no controla su partido y le puede permitir gritar a los cuatro bientosalgo como "veis, yo no tengo nada que ver con ests malas gentes. Si no me hacen ni caso"
Eso o cambiarse de partido, que también es una opción.
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