Los símiles y comparaciones, en contra de la opinión popular, no son odiosos. Son reveladores. Igualar una cosa a otra supone ponerlas al mismo nivel -eso es una redundancia lógica- y eso aclara mucho más sobre el comparador que sobre las cosas comparadas. No extrae las vergüenzas y las carencias de aquello que se compara, sino que presenta sin ambajes los vícios lógicos y los discursos ocultos de aquellos que utilizan estas figuras retóricas.
Eso es exactamente lo que le ha pasado a Rajoy con su último y florido ejercicio de retórica mitinera con respecto al Caso Gürtel.
Estaba él rodeado de sus militantes y huestes gallegas -no hay sitio mejor para hacer el rídiculo que en tu propia casa- cuando se le ocurrió uno de esos símiles que tanto le gustan para humanizar y hacer entendible su discurso -dando por sentado que como él no parece entender su propio discurso a nosotros nos va a costar entenderlo-.
Como no entendíamos nada sobre el caso Güntel y como no convenía hablar en términos judiciales sobre el asunto, en un entorno electoral como el gallego, que ya ha visto al cabeza de lista del PP por Ourense defraudar a Hacienda y que empieza a ver a otro de los delfines de Nuñez Feijoo, en este caso Carlos Negreira, investigado por el Tribunal de Cuentas, Rajoy, el líder popular, optó por el fútbol. Eso que el Celta está en segunda y al Depor no le va del todo bien este año, pero a algo hay que agarrarse.
“Es como si un árbitro pita tres penaltis a un equipo y al día siguiente nos enteramos de que estuvo cenando con el entrenador del equipo favorecido”, descargó Mariano su simil futbolístico y lo intentó dejar correr para que cale.
Más allá de la poca importancia que Rajoy parece darle a la justicia, comparandola con el fútbol - o la mucha que le da al fútbol comparándolo con la Justicia, que no se lo que es peor para los españoles, viniendo de un político-, el simil balómpedico deja varias cosas claras.
La primera es que Rajoy calla y manipula en esta situación buscando, como siempre, salvar los muebles y obtener réditos políticos, al convertir su imprevisión, su incapacidad de control de su partido y la mala praxis ética de sus políticos, en victimismo puro y duro. Y todo eso lo demuestra el hecho de que elige un simil incompleto en lugar de uno simétrico que hubiera sido más o menos así.
“Es como si un árbitro pita tres penaltis a un equipo y al día siguiente nos enteramos de que participó en una cena, organizada por un utillero del equipo sancionado con los tres penaltis, en la que tambén estuvieron otros catorce árbitros, otros seis entrenadores, dos jugadores de baloncesto, un presidente de equipo de balonmano, tres animadoras y dos pilótos de Fórmula Uno, y en la que el entrenador del equipo favorecido se sentó en el extremo opuesto de la mesa que ocupaba el señor colegiado”.
Como simil es mucho más perfecto; como figura retórica es un tanto larga y barroca. Y como teoría de la Conspiración es un auténtico desastre.
Pero lo que busca Rajoy es sembrar la semilla de la teoría de la conspiración para poderla regar con lágrimas de cocodrilo y que florezca la hermosa flor del victimismo político. Como ya hace Esperanza, la liberar y liberada Esperanza Aguirre, en Madrid. Aunque ella es más directa y opta por el método de poda -de cabezas de cargos autonómicos, se entiende- más que por el de la paciente siembra y riego para hacer crecer su víctimismo. Y permítaseme el simil horticultural.
Más, como Rajoy quiere manipular, quiere vender una teoría concebida a priori y quiere demostrar que el PSOE -la otra parte de España, de su España- está detrás de todo. Pues se come las tres cuartas partes del símil y santas pascuas.
Así, puede decir que una investigación del Tribunal de Cuentas está orquestada por el PSOE; que una declaración de la renta fraudelenta está diseñada por los socialistas -a lo mejor las que presentan los socialistas sí lo están, pero es difícil de creer que el PSOE le haga la declaración a un candidato del PP por Ourense- y que el hecho de que los cargos del PP valenciano y madrileño estén involucrados en los cohechos y las dadivas del caso Güntel y en los espionajes y cotilleos de Aguirre son todo invenciones de una trama conspirativa del Partido Socialista contra el bueno de Don Mariano y su formación política.
Y claro, él se queda tan tranquilo después de decirlo. No se inmuta porque no se lo cree, pero algo tiene que decir para salir del paso.
De esta forma, lo primero que demuestra el simil fútbolistico es una tendencia manipulativa y victimista de Rajoy y sus hacedores de discursos que, por reiterada y monocorde, no nos resulta sorprendente.
Lo segundo que pone de manifiesto esta comparación de oratoria mitinera tampoco es sorprendente, pero es mucho más revelador y peligroso para todos.
En la comparación retórica del líder gallego ante sus eméritos militantes, la Justicia es el árbitro y los equipos son el PP y el PSOE. Eso queda claro, aunque lo de los penaltis no queda del todo diáfano. Porque no se sabe si se los ha pitado siendo penaltis de verdad o por fingimiento del delantero implicado o simple exceso de vista del colegiado.
Pero lo peor de todo es que Rajoy percibe la situación de una forma unidireccional y egocéntrica. Sólo ve los perjucios para su partido y los beneficios para el rival político. Rajoy ignora el Estado, la sociedad, la democracia y todo lo demás -que es realmente lo importante- y se queda sólo con el hecho de la eterna pelea entre partidos.
Rajoy ignora que el caso Güntel y, ya puestos, todos los que afectan al PP en estos momentos, son procesos en los que el Estado español -o sea todos nosostros, incluido el PP- se intenta defender de individuos corruptos, cohechadores o defraudadores y que por tanto el partido que gobierna y el que está en la oposición nada tienen que ver en ello.
El bueno de Don Mariano muestra que los procesos y las garantías democráticas le resultan secundarias e incluso inapropiadas porque percibe este país como la maniquea lucha entre el PP y el PSOE y todo lo pasa por el crisol de ese enfrentamiento que, para él -o para los que le escriben los discursos-, es lo único que cuenta.
Si el Caso Gúntel da al final con los huesos de cohechadores, chantajistas y malversadores en la carcel; si la investigación del Tribunal de Cuentas pone a la sombra a otro puñado de corruptos, si las investigaciones sobre los espionajes en Madrid conducen a un buen enrejado recaudo a algunos espías ilegales y malversadores de cuadales públicos o si la investigación de la Agencia Tributaria obliga a pagar a un defraudador, el favorecido no será el PSOE. El favorecido será el Estado y los ciudadanos y eso debería incluir al PP, aunque todos los acusados llevarán el carné de su partido entre los dientes.
A menos que los populares consideren que el Estado, la Justicia y las garantías son algo secundario cuando se trata de defender al partido, su imagen y a sus miembros. A menos que el Rajoy del mitín de Galicia haya perdido el bocado y con su símil nos haya querido explicar que el PP no se considerará parte del estado español mientras no gobierne en el Estado español. A menos que al egregio Mariano y a sus incondicionales lo único que les importe sea salir favorecidos en su secular lucha contra el Partido socialista.
Rajoy puede creer que en su mitín comparó la Caso Güntel con un partido de fútbol o con los tejemanejes futbolísticos de Angel María Villar, pero lo que hizo fue comparar este país con Sicilia o Chicago; con Calabria o Kosovo; con San Petesburgo o Medellín. Con cualquier lugar donde la lucha por el poder entre dos bandas rivales se antepone a las necesidades, los deseos y los derechos de todos los demás.
Así es como ve Mariano Rajoy España a través del fútbol. Sólo de esa manera puede ignorarse la pregunta de si los tres penalis fueron de verdad penaltis, aunque perjudiquen a mi equipo.
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